Ramón Tejero Díaz, sacerdote e hijo del teniente coronel Antonio Tejero Molina, el golpista del 23F de 1981, hace ahora 28 años, acaba de recordar a su padre en una carta abierta al diario ABC en la que lo presenta como héroe y casi como santo.
Cuenta que antes de entrar a tiros en el Parlamento rezó y besó enternecido a su mujer, hijos y a la bandera de España, porque es un marido, padre y patriota ejemplar.
Ramón pretende demostrarnos que su padre no fue un malvado cuando mandó tirarse al suelo a todos los diputados.
Ciertamente, tampoco fue un asesino: no mató a Adolfo Suárez, al general Gutiérrez Mellado y a Santiago Carrillo, los únicos que permanecieron orgullosa y retadoramente en pie, sin arrodillarse.
Al militar siempre lo había movido su enorme fe religiosa y su amor a España, aparte de que creyera que “el Rey apoyaba y ordenaba tales hechos”, según la carta, afirmación que en ese contexto es un elemento colateral.
Estaba, pues, dominado por una fe inmutable, que en lenguaje laico es una ideología inquebrantable, y por el amor a España, es decir, a la Patria.
No empleaba la razón, que iba en contra de sus emociones, sino que fueron estas las que le impusieron realizar su golpe de Estado.
Lo que explica que veamos tantos casos de personas presuntamente decentes que, llevadas por su fe y/o su sentido patriótico, pero no por la razón, son peligrosas: cuidado con los fanáticos de las patrias y con los fanáticos religiosos.
Puestos aquí y ahora, cuidado con los patriotas que intimidan, amenazan y pegan a quienes piensen de manera diferente e ellos.
Porque en España estamos sufriendo a un número creciente de tejeritos dominados por la fe y el amor hacia sus pequeñas patrias.
(Poco o nada tiene qué ver con el post matriz lo que reproduzco con la venia del administrador. Reproduzco, porque el diálogo lo inserté como comentario en un medio de Galicia. Creo -inmodestia de autor-que puede ser de interés darlo a leer en este blog, aunque no sea el terreno donde se cultivan las pasiones exacerbadas de idiomas propios e impropios. Perdón por la extensión.)
DIÁLOGOS DE JAIMITO Y SU PAPÁ
JAIMITO (luego J). Papi ¿qué es un idioma propio?
SU PAPÁ (luego P). El idioma propio es algo que se entiende como una propiedad.
J. Entonces ¿el gallego es propiedad de Galicia?
P. Las prsonas son las propietarias de sus propios idiomas. Cada una habla el que le han transmitido sus progenitores, independientemente de que a lo largo de la vida, adquiera otra u otras formas de comunicarse con sus semejantes.
J. Entonces ¿el gallego no es el propio de Galicia?
P. Aunque muy deteriorado por la convivencia con el castellano, el gallego es el idioma propio de muchos miles de gallegos.
J. Pero papi, el gallego si no lo ayudan, morirá.
P. Mientras haya un sólo gallego que lo use no morirá hasta que esa persona fallezca. No estamos ante caso tan desesperado. Nunca hubo tantos escritores que lo utilizan, nunca recibió tantas ayudas, ni jamás se volcaron en él las fuerzas vivas del país. Desde la reimplantación del hebreo en Israel no se había visto un esfuerzo institucional tan gigantesco.
J. Papá ¿por qué no lo hablas tú?
P. Hijo, sabes que yo lo hablaba y cuando eras más pequeño llegué a enseñártelo. De hecho, lo hablo espontáneamente con aquellos que no lo hacen con intención política. Lo que no acepto es que se me imponga un idioma, saltándose mis derechos ciudadanos para, coactivamente, acatar unos supuestos derechos de un ente abstracto.
J. ¿Por qué tienen tanto interés en que domine el gallego?
P. Buena pregunta, hijo. Yo creo que muchos gallegos tienen una gran frustración. Les han hecho ver que la situación del gallego respecto del castellano es fruto de una imposición voluntaria alimentando un odio que me hace pensar en lo mucho malo y lo poco bueno que nos espera. Hay también un interés económico; una casta oficialista de neo gallegoparlantes (la mayoría de sus miembros con un lenguaje penoso) mueve una ingente parte del presupuesto de la comunidad, controla inquisitorialmente a maestros y pedagogos, funcionarios que si no entran en el juego, ven mermada su integridad profesional y, mediante el entramado de las subvenciones, ejercen una labor de censura previa de eficacia similar a la de cualquier dictadura. La libertad de expresión en Galicia, está en sus peores momentos.
J. ¿Tu crees que estudiar en gallego es tan malo?
P. En principio no se ttrata de eso. En un país donde una mayoría habla castellano enseñar a los niños desde pequeños a aprender todo en gallego, es una barabaridad pedagógica y una aberración intelectual. Mas antes que todo eso está el derecho de nosotros, los padres y tutores que somos quienes debemos de decidir el idioma en que debes ser educado. Si yo, por las razones que hiciesen al caso, caprichos incluídos, te mandase desde pequeñito a un liceo francés en que ese fuese el idioma vehicular, se podría discutir la lógica de la decisión, pero no el derecho que me asistiría.
Publicado por: Cornelius | martes, 17 febrero 2009 en 20:50