El Gobierno anuncia que endurecerá el Código Penal llamado de la Democracia, aprobado hace trece años estos días y presentado entonces como el más progresista del mundo.
Quienes protestaban contra su lenidad eran tratados como reaccionarios, opresores y franquistas, porque la ideología madre del Código era que el delincuente es una víctima social, cuyos crímenes, además, debían prescribir enseguida.
Esa legislación nació durante el último mandado de un Felipe González acosado por la corrupción de numerosos dirigentes socialistas y por el caso GAL.
Se acercaban las elecciones de 1996 y el ministro de Justicia, Juan Alberto Belloch, quería dejar como herencia histórica una reforma progresista y revolucionaria de la justicia, como las de 1848 y 1932.
Belloch, fundador de la organización minoritaria e izquierdista Jueces para la Democracia, será recordado por lo contrario: con su ley la víctima del delito resultó, casi, el delincuente, por lo que los gobiernos posteriores han tenido que reformar constantemente su articulado como se hará ahora por enésima vez.
El hoy alcalde de Zaragoza había empleado a su ayudante, la hoy vicepresidenta De la Vega, y a la mayoría socialista, para rechazar casi todas las enmiendas a ese Código que dejó a los ciudadanos inermes ante muchos crímenes, e incluso diluyó, prácticamente, la reincidencia.
Simultáneamente suavizó, por ejemplo, la pederastia. La reducción de cautelas facilitó indirectamente asesinatos como el de la niña Mari Luz Cortés.
Cada intento de mejora desde 1995 chocaba con gente de la escuela Belloch, que acusaba de reaccionarios dictadores a quienes denunciaban los graves daños que sufría la ciudadanía.
Ahora, De la Vega y sus pares tienen que endurecer las penas afirmando sin rubor que siempre habían propuesto estas reformas.
Y en ausencia de una oposición fiable, los ciudadanos aceptarán la falsedad.
El ejecutivo que hace lo que quiere y la oposición de cuarta categoría no son más que dos síntomas del mismo problema: la falta de criterio político de los españoles. Hasta que no se solucione esto será dificil que la vida política española tenga algún contacto con la realidad.
Al final, los paises tienen los políticos que se merecen. Y los de España son como para emigrar.
Saludos.
Publicado por: Serpentina | jueves, 20 noviembre 2008 en 19:28