Si fuera cierto que buena parte de la paz mundial depende de acuerdos entre árabes e israelíes en Oriente Próximo, la posible presidencia de Barack Obama en EE.UU. ofrece las mismas esperanzas que Reagan, Bush padre, Clinton y Bush hijo.
Sin embargo, Obama goza del apoyo del 57 por ciento de los judíos y, sorprendentemente, del casi cien por ciento de los árabes estadounidenses, pese a que para él Israel es la única democracia estable del área y un bastión de occidente.
El candidato, de familia paterna musulmana proárabe, al menos de momento es proisraelí, como los principales políticos estadounidenses, incluido su candidato a vicepresidente, Joseph Biden.
Ambos recuerdan la pasada relación palestina con el terrorismo antes de la desaparición de la URSS, en 1991, y temen la infiltración creciente en esa sociedad de organizaciones integristas islámicas nacidas tras el triunfo de Jomeni en Irán, en 1979.
Aunque los líderes palestinos de Al-Fatah están enfrentados a los religiosos, especialmente de Hamas, que se han apoderado de Gaza, para Obama el problema más difícil es Jerusalén, capital de Israel desde la guerra de 1967.
Pero ni siquiera EE.UU., su principal apoyo, instaló su embajada en aquella ciudad en 1999, como acordó el Congreso.
Ni Clinton, ni Bush cumplieron ese compromiso, y sistemáticamente han aplazado la medida por “razones estratégicas”. John McCain promete cumplirla si llega a presidente.
Y parecía que también lo haría Obama tras afirmar el pasado junio que Jerusalén era la capital indivisible de Israel. Pero enseguida titubeó y dijo que era necesario encontrar un consenso palestino-ísraelí, aunque no aceptaría partir la ciudad en zonas.
Por tanto, y aparentemente, todo será igual en las relaciones EE.UU.-Israel-Palestinos, con Barack Obama haciendo lo mismo que sus antecesores: patrocinando vistosas negociaciones de paz.
El Sr. Molares escribió de Obama: “… titubeó y dijo…”; eso es lo que me temo que hará cientos de veces: titubeará, y después de decir una cosa hará otra sin saber muy bien ni como el porqué.
El Sr. Obama no me parece una mala persona. Como dijo McCain de él: es una persona decente. Sí, lo es. Pero en política no es solo cuestión de decencia, es cuestión de determinación, carácter, experiencia, estrategia, visión realista y crítica, con un poco de pesimismo. No es bueno el optimismo en política, ni en economía, como tampoco en las grandes empresas, cuando el factor humano, las leyes físicas y sociológicas entran en juego. El mundo es una especie de pequeño caos, en el que vamos avanzando.
Publicado por: Gaspar Payá | domingo, 02 noviembre 2008 en 10:28