Aunque teóricamente Europa tendrá una sola voz a la reunión del G-20 en Washington del día 15, José Luís Rodríguez Z podría presentar en solitario una oferta que, sin duda, nadie rachazará.
Seguramente la tiene muy pensada y estará en la línea que le marcó hace poco a los españoles: consumir, consumir mucho para que le economía recupere su ritmo.
EE.UU. es el país más consumista del planeta. Pero sus políticos son comedidos con el gasto público: los electores los vigilan atentamente.
Antes de las elecciones Barack Obama sólo tenía un buen traje para grandes actos y su mujer compraba la ropa en las rebajas y por internet.
La derrotada aspirante a vicepresidenta, Sarah Palin vendió el avión privado del Estado de Alaska cuando la eligieron gobernadora, usado hasta entonces para recorrer un territorio tres veces y media más grande que España: quería mostrarse frugal con los dineros públicos.
Pero su partido, el Republicano, cometió un error en campaña electoral: invirtió 125.000 dólares, unos 97.000 euros, en ropa y arreglos para ponerla más guapa. Un dispendio que, tras conocerse, le costó muchos votos.
Una injusticia: el país más rico del mundo dominado por una sobriedad que viene sin duda de los puritanos del Mayflower: quizás Z deba demoler ese concepto religioso de que los representantes políticos pecan al consumir demasiado.
Podría explicar lo multiplicadores de riqueza popular que son sus viajes de compras a Londres en aviones del Estado, los 500.000 euros que gastan en arreglar el despacho los presidentes regionales, los 100.000 para el reposapiés de limusina de cualquier jefe taifa, la riqueza que produce blindar miles de coches Audi.
Obama debe saberlo: gastando como los políticos españoles reactivaría la economía. Además, los contribuyentes necesitamos rémoras, parásitos que nos limpien los fondos de los barcos, perdón, de los bancos.
No es tan descabellado. Parte de la ideología de lo común es esa manía de manejar el dinero público como si fuese peor que el propio. Y como para superar ciertas crisis, incrementar el gasto público; sea en infraestructuras, sea en el abrigo de visón de la señora. Todo ello genera movimiento. Así que luciendo esos 7 minútejos que el zapatos tendrá en Washington, podrá decir, que el despotismo en los gastos generales conllevan a mejorar los malos momentos. Tiempo pá mas, no hay.
Publicado por: atroma | viernes, 14 noviembre 2008 en 18:19