Cuando los bomberos de Nueva York editaron un calendario, alrededor de 1920, para que las mujeres admiraran sus atléticos torsos desnudos, unas chicas de inacabables piernas que bailaban en el Radio City Music Hall de la ciudad, hicieron el suyo.
Y entonces, las muchas señoras ardientes por los apagafuegos, protestaban indignadas ante la exhibición de la apabullante belleza de las Rockettes, a las que acusaban de dañar el entonces incipiente feminismo.
Casi noventa años después, en España se reacciona igual ante los calendarios anuales de los bomberos de Ferrol, que fueron los primeros en imitar aquí a los neoyorkinos, y los de las azafatas de la compañía aérea Raynair.
Nadie se queja de unos tipos con sus músculos empapados en brillantinas que, desnudos, sólo tapan con los instrumentos de trabajo su pretendida supervirilidad.
Pero en cuanto aparecen las azafatas de Ryanair, que sólo enseñan redondeces ocultas bajo sus bikinis, surgen organizaciones feministas, de consumidores, el Instituto de la Mujer, el Ministerio de Igualdad para protestar contra esas hermosas damas.
Todos los animales, incluido el humano, alardean de atributos físicos para reproducirse con la mejor pareja posible. Cruzar bomberos y azafatas mejoraría la especie, porque las especies no son seudoprogresistas –progres-- ni igualitarias, sino exigentes y selectivas, por tanto, progresistas de verdad.
Antiguamente, las militantes de izquierda menos agraciadas, y eran muchas, entregaban su cuerpo solamente a la Causa, que eran los camaradas también zarrapastrosos y, a la vez, menos escrupulosos. Situación que se repite ahora con los antisistema.
Y había derechistas de ambos sexos, de poco atractiva persona, que, a falta de demandantes de favores, sólo podían prometérselos a espíritus celestiales.
La fealdad interior, la insatisfacción, generan frustración y resentimiento, que se envuelven en seudoprogresismos, velos, pañuelos guerrilleros palestinos y cultivo de piojos para ocultar envidia, miedo u odio a las personas alegres y desinhibidas que muestran su belleza.
Señor Molares,
Usted és un poco nietzscheano, ¿verdad? Pues no me parece mal, si es sólo un poco. Porque el Nietzche ese acabó como una auténtica regadera... Y destruyó el pueblo que había creído a pies juntillos sus barbaridades.
Por lo demás, le doy la razón, aunque hay que decir que muy a menudo no he observado sinó oquedad intracraneal en esos y esas que se obsesionan con el culto al cuerpo. ¡Es que se obsesionan! Y lo más terrible: no se divierten ni sacan a relucir temas de conversación.
Saludos
Francesc
Publicado por: Francesc | sábado, 29 noviembre 2008 en 04:44