La fórmula más sencilla y genial de luchar contra el hambre en el mundo, y qué grave error es no haberla popularizado antes, es que se cultiven patatas donde carecen de alimentos.
Esta idea convertida en noticia surgió en España, donde casi no se divulgó, por lo que se conocerá gracias a un amplio artículo del pasado domingo en las páginas internacionales del New York Times.
Las grandes hambrunas actuales, o las históricas en países como China o la India, donde hace pocos años mataban a millones de personas, podrían haberse evitado si en lugar de grano, que exige terrenos muy concretos, muchos cuidados y que se pierde fácilmente, se hubieran cultivado patatas, que crecen masivamente en casi todo tipo de tierras y permanecen comestibles muchos meses.
Las ayudas que las organizaciones caritativas internacionales envían a los lugares donde hay hambre o se muere de ella, actualmente en África, son casi siempre harinas o granos poco cultivables en aquellos lugares y rápidamente perecederos.
El problema se agrava con el uso creciente de granos como biocombustible, lo que ha elevado su precio: el ecologismo verde, aunque no lo quiera, está siendo un arma para el genocidio de pobres.
Si con campañas formativas se enseña a cultivar patatas donde se pasa hambre, enseguida se dispondría allí de un alimento básico, y se necesitará menor ayuda alimentaria internacional. El tubérculo, además, ayudará a alimentar al ganado.
E igualmente importante, los habitantes saldrían de la postración con la que el hambre los somete para hundirlos más. Estas ideas, cuenta NYT, se presentaron hace unos días en un congreso internacional en el centro de investigación vasco Neiker-Tecnalia (Vitoria), administrado por el Gobierno regional, pero perteneciente a la red española de investigaciones agrarias, aunque su web tapa bajo muchas páginas su vinculación al Estado.
Que interesante!! Cultivé patatas de joven en mi campo, para cosecha propia, y son fáciles de cultivar. Algo tan sencillo y tan efectivo.
Gracias Don Manuel.
Serví como camarero a muchas personas de las Naciones Unidas, no tuve en general sensación de utilidad o de eficiencia en muchas de ellas, principalmente desastrosos me parecían los diplomáticos llegados de esos países pobres, muchas veces los que más gastaban innecesariamente en costosas comidas.
Publicado por: Gaspar Payá | jueves, 30 octubre 2008 en 19:28