A José María Carrascal muchas personas lo recuerdan por sus pintorescas corbatas en los primeros informativos de Antena 3 y, sobre todo, por una visión cosmopolita del mundo poco común entre los periodistas españoles.
Desde Nueva York recordó hace unos días el contraste que existe entre la política gubernamental española, dictada imperativamente, y la estadounidense, con su proyecto de rescate financiero costosamente aprobado tras sufrir numerosas enmiendas en Congreso y Senado:
“Imagínense que cuando Zapatero anunció su plan para “para traer la paz al País Vasco” negociando con ETA, en vez de ponerse la mayoría del Congreso a aplaudir rabiosamente y a insultar a quienes no lo hacían, se hubiese puesto a sopesar pros y contra del plan, modificando sus puntos débiles”.
“O que cuando el presidente anunció la reforma de los estatutos de autonomía, “para estructurar definitivamente España”, si en vez de aceptarlo sin más, se hubieran sometido los nuevos estatutos a un amplio y cuidadoso debate, eliminando de ellos cuanto dañaba a la nación en su conjunto”.
“ETA no se hubiese colado de rondón en los ayuntamientos vascos. Luego, las Autonomías no intentarían negociar de tú a tú con el Estado, como viene ocurriendo”.
“Pues un debate semejante es el que ha tenido lugar en el congreso USA sobre el plan Bush-Paulson para salvar el sistema financiero norteamericano del desastre al que le han llevado unas prácticas casi delictivas y negligencias imperdonables de las autoridades reguladoras”.
“¿Se imaginan ustedes a los diputados socialistas exigiendo a Zapatero responsabilidades por la negociación con ETA y por los nuevos estatutos?”
“Claro que los congresistas españoles son responsables ante su jefe, y los norteamericanos, ante sus electores”.
Por eso Rodríguez Z rechaza que se discuta su plan de entregarle nuestro dinero a sus banqueros.
Como una síntesis del liberalismo y de la rapiña socialista nació, ungida por Dios y por Olof Palme, la socialdemocracia.
Se sustenta en dos columnas: el axioma de que el contribuyente tiene que serlo por narices y la otra en un axioma más resbaladizo, que el Estado es quien mejor distribuye (la riqueza).
Les falta la primera columna de la que se puede avanzar con mayor o menor certidumbre a las otras dos: que los individuos en su libre relación productiva consigan riquezas, en mayor o menor proporción individual según sus méritos y trabajo.
José María Carrascal tendrá cuantas corbatas quiera y pueda pagar. No parecería lícito que yo, escaso de ellas, exigiese al estado que se las requisase para darme a mí alguna.
Pues en esas estamos, tantos siglos andados. Venerando unas políticas que como mucho mérito se le atribuiría el de un buen reparto y abominando de otras que ponen su énfasis en la creación de riqueza.
El reparto tiene su importancia pero cuando la técnica de aplicación quita estímulos y capacidades; deslegitima y aún vilipendia al que crea riqueza, seguimos sin entender el orden natural de la economía.
Tocqueville admiró y aprendió de aquella democracia de tenderos y despenseros. Nosotros seguimos, fachendosos, presumiendo del pasado de robespierres y stalines, con las cabezas de los zares y de Luis XVI en nuestras vitrinas.
Una gran parte de americanos admira a Europa. Una gran parte de europeos desprecia a América. Ahí estriba una de las claves del futuro.
Yo lo tengo claro: Si América imita a Europa y no prevalece lo contrario el futuro no será muy halagüeño.
Publicado por: Cornelius | domingo, 12 octubre 2008 en 19:40