Javier Bardem dice en la revista T-Magazine, escaparate de las tendencias de moda del New York Times, que gran parte de los españoles son estúpidos porque lo ven como un vendido a Hollywood, siendo él un desinteresado progresista.
A sus 39 años parece no saber que tal crítica viene de quienes lo odian por haberse hecho conocido en EE.UU., sus compadres de la “gauche divine” con camisetas del Ché bordadas en hilo de oro.
Su discurso al recibir el Oscar secundario por interpretar a un asesino de cara pétrea irritó a sus admiradores izquierdistas: cuidadosamente rehusó repetir en Hollywood el afamado “No a la guerra” suyo y de su madre, Pilar.
Javier aceptó con humilde agradecimiento el premio en el país que invadió Irak, ante cuya bandera sigue manteniéndose sentado, pomposamente simplón, José Luís Rodríguez Z.
Es que los Oscar no son los Goya. En Hollywood se llevan esmoquin, traje largo y buena educación, y en los Goya usan camisetas wife-beater (pega-mujeres) y se dan berridos inspirados en las películas nacionales.
Ahora, Bardem parece un vendido al Hollywood comercial-imperialista. Ya no hace cine progresista español, cuyas principales ideas son sexo, gritos y rayas de cocaína.
Por otro lado está la derechachona que condena a los Barden, a los que llaman titiriteros: así define a los artistas sostenidos con coimas del Gobierno, casi todos.
En su boicot antipatriótico esa derecha ha logrado que el cine español sea uno de los menos vistos del mundo; claro que quien comparte las ideas aparentemente progresistas de los cineastas escapa también de pagar por verlos.
Pobre Bardem, que sale tan guapo en New York-New York, sede capitalista de las oportunidades: por descubrir América, es envidiado, repudiado y degradado por sus excompadres zapateriles.
Terminará defendiendo a Sarah Palin.
Conozco a muchos que despotrican contra EEUU, su política y sus costumbres. En cambio conozco a pocos que si tuviesen una oportunidad perderían la silla de montar para instalarse allí. Desde Severo Ochoa, pasando por Buñuel y acabando en Antonio Banderas.
Pero no es sólo eso. Estamos inundados de costumbres americanas y, suelen ser los progres (¡qué curioso!)los más adictos a ellas. Los jeans, mismos, se usan aquí desde el bebé que empieza a andar hasta el abuelete de 90 tacos. Aunque casi no podamos meter la mano en los bolsillos. En Usa no se abusa, si se me permite el pareado.
El señorito Bardem está contra la guerra porque se la adjudicó a Aznar, pero en América no necesita de cine subvencionado y afearle a los anfitriones sus batallas, cómo que está feo. Tuvo oportunidades en España de algún gesto valiente contra la Eta y aún le estamos esperando.
Dice el Sr. Molares que la derechona le llama a él y compinches titiriteros. ¡Hombre! si todos los que les llaman titiriteros son derechona, hay muchos (derechones).
No sé lo listos que puedan ser Bardem, Bosé y compañía. Con las coimas, que dice Molares, se ve que no necesitan vender; pero si así fuese, si tuviesen que vender su cine y sus canciones, insultando a medio país dividen la clientela por dos. Son unos genios, pero me tendrían que explicar a qué se dedican.
Publicado por: Jeremías | jueves, 11 septiembre 2008 en 23:45