Al añadir a la lucha de clases marxista una lucha de clanes étnicos creada por él, Evo Morales se enfrenta a la posible ruptura de Bolivia, porque cuando la política vuelve a las tribus, todas defienden sus pequeños intereses frente a los generales.
Desde que asumió la presidencia, en enero de 2006, Evo ha logrado multiplicar las divisiones y la lucha de clanes étnicos y sociales basando la política en su origen indio enfrentado los demás.
Siendo étnicamente uru, posible derivación aymará, pero no quechua, estableció diferencias con los bolivianos de otros orígenes, además de mestizos o europeos, y activó clanes cercanos al suyo cuyo folclore los cree superiores por habitar el lago Titicaca: para ellos, la uru es una raza polinesia primigenia.
Así provocó rivalidades entre sus seguidores mayoritarios, indios aymará de los altiplanos andinos, centrados en La Paz, con otros nativos y con los habitantes mayoritarios de cuatro departamentos con poblaciones más variadas y alto número de mestizos y europeos, como el de Santa Cruz..
El carácter, capacidad de trabajo y geografía de unos y otros bolivianos es, incluso, diferente: los 1,4 millones de paceños capitalinos viven a 3,6 kilómetros de altura, lo que invita al uso de hoja de coca –Evo era líder cocalero--, mientras que los 1,5 millones de habitantes de Santa Cruz, a 400 metros de altura, gozan de una vida más soportable.
Y si un indígena del altiplano, con sus características e historia no siempre amiga de los nativos de otras tierras, organiza su país con criterios étnicos y no sólo políticos, se expone a que los que no son como él lo rechacen, que es lo que está ocurriendo.
Cultivar identidades crea nacionalismos, xenofobia y separatismo, y Bolivia lo experimenta con Morales.
Supongo que usted hace una elipsis con España aunque aquí la gente vive a menos de un kilómetro de altura y produce más o menos lo mismo.
Publicado por: Carlos Enríquez | jueves, 14 agosto 2008 en 10:11