España es un país de burócratas. Dicen “vuelva usted mañana” porque, como creía Larra, prefieren sestear antes que reflexionar sobre cualquier novedad que pueda cambiar su pensamiento y su ritmo de descanso.
Este burocratismo se da ahora como es tradición al afrontar la sequía y las demandas de agua en las regiones sedientas, cuyos dirigentes piden trasvases sin querer saber que esa palabra está proscrita.
El trasvase ya no existe por decreto-ley de Rodríguez Z. ¡Kaput!. Ahora se llama “conducción puntual de agua”.
Casi todo el mundo cree que Rodríguez Z ha incumplido su orden de derogar el Plan Hidrológico Nacional (PHN) que impide construir un trasvase entre Tarragona y Barcelona. Pero Z no miente. No habrá trasvase, sino esa urgente “conducción puntual de agua”.
Puntual: ahora las cañerías llegarán reloj en mano. Serán “puntuales” en lugar de responder a una acción concreta, específica, determinada o única.
La “conducción puntual de agua” es parte de la neolengua gubernamental a la que tendremos que adaptarnos. Nadie debe volver a hablar de los trasvases prohibidos, sino de las conducciones puntuales aprobadas.
Es inútil reclamar nuevamente el trasvase del Ebro a las secas tierras levantinas o evocar el PHN derogado por Rodríguez Z. Sin embargo, puede exigirse el Plan Conductor Puntual Estatal (PCPE), que es ese PHN en neolengua.
Resulta que el Plan es Plan; Conducción es el acto hidrológico de conducir el fluido; Puntual es porque llega en punto, y Estatal es el sustituto políticamente correcto de Nacional; así, ahora ya no existe el Instituto Nacional de Meteorología: se llama Instituto Estatal.
Lo Nacional se ha cedido, como el agua, a los nacionalistas regionales porque ellos tienen una nación, y España, como tal, y según Zeta, es discutida y discutible.
La afición a la burocracia en España es evidente; tanto, que en apenas una década hemos conseguido casi duplicarla (no mencionaré costes...).
Pero la afición de (sobre todo) la clase política (de nuevo sobre todo, la que cojea del pie izquierdo) a hacerse cargo de las 'actualizaciones' del diccionario de la RAE alcanza niveles de perversión. Luego, la burocracia se encarga de extender esas nuevas acepciones lingüísticas, eso sí, en beneficio de la citada clase.
No obstante, en ocasiones la ciudadanía aplica la misma medicina, aunque desgraciadamente no suele obtener resultado alguno quedándose en simple chascarrillo. Como el del tan en boga término 'sostenibilidad', aplicado ahora a la fuerza que aplican con sus manos los políticos a los sillones que ocupan para 'sostenerse' en ellos a toda costa...
Saludos.
Publicado por: Hiel | jueves, 24 abril 2008 en 01:19