Mago de Oz

Paul Preston, hispanista británico especializado en el franquismo y autor de una biografía del dictador que presenta estos días ha empleado una imagen ingeniosa para describirlo: “Era como el mago de Oz: frágil, pequeño e inseguro".
Una frase brillante que resulta equívoca, porque el mago no era malo, sino un viejo profesor apresado en el país llamado Oz, como Dorothy Gale.
Un hombrecillo que se ocultaba tras una ruidosa máquina con la que asustada y mantenía a raya a las dos brujas malas que había al norte y al sur de aquel lugar mágico. Mentía para hacer el bien.
Aquí es al contrario: el libro de Preston, “El gran manipulador. La mentira cotidiana de Franco” (Ediciones B) señala las falsedades del Caudillo para presentarse como un héroe al estilo del Cid.
El problema de España es que buena parte de los españoles lo aceptaron. Al principio, tras la cruenta guerra civil, por temor a sus represalias y fusilamientos, pero luego se dejaron manipular por ese disfraz mitológico que ocultaba su ridiculez.
La gente lo soportó sin una seria oposición interna, y luego, poco a poco, lo apuntaló. Por eso Franco gobernó tranquilamente casi cuatro décadas, hasta que murió en la cama.
Ese es el problema de los españoles: su cobardía, conformismo, e incluso el franquismo activo de tantos, y el indiferente de los más, junto con una oposición asustadiza y timorata.
Los hijos de los que le erigieron estatuas las tiran ahora. Pero medio gobierno y hasta buena parte de su partido, igual que los populares, los nacionalistas y tantos comunistas, son herederos de aquellos que levantaban el brazo a su paso.
Los españoles seguiremos viviendo en el imaginario mundo de Oz, aún sin el mago, mientras neguemos que este es un país lleno de espantapájaros, leones cobardes y hombres de hojalata, tanto en el poder y sus aliados como en la oposición.

Comments

[Publicado por: queridanónima]

Este artículo del Sr. Molares sobre Franco y España es mi favorito. Sin autocrítica veraz, una persona o un país no van a ninguna parte. O mejor dicho: van siempre al mismo sitio. Fantástica la descripción del país como “lleno de espantapájaros, leones cobardes y hombres de hojalata”. La de Preston es la mejor forma de ver a Franco, sin odio, ni amor, ni venganza, ni nostalgia. Objetivamente.

Detesto a Franco. Me repugna. Mi ejemplar padre aún tiene su foto vestido de militar en el pasillo de su casa. Su ejemplar madre (mi abuelita) tenía tres ídolos: Franco, Juan Pablo II y Manolo Escobar. Estos traumas no me impide ver que alguien tenía que ganar la guerra y que los otros hubieran sido mucho más sanguinarios, pues su rencor (podría ser que justificado) venía de siglos atrás. España hubiera quedado mucho mas atrasada también en este último caso. Es decir que, menos mal que Franco ganó la guerra.

Lo que no acierto a comprender es que estuviera 40 años gobernando un ser, como dice Preston, “frágil, pequeño e inseguro". Hace poco escuché a Javier Reverte definirlo acertadamente como un meapilas y un pusilánime. De fuentes directas sé que fue de los últimos en la Academia Militar y que se reían de él sus compañeros, entre otras cosas por su voz de pito. Ahora José Mª Iñigo dice que Franco compró Eurovisión como gigantesca operación de marketing. Limpiaba la imagen de España, se olvidaban aquí de Serrat y llenó España del orgullo patriota más vulgar. Es decir que supo darle al pueblo lo que pidió durante 40 años. Aparte de su rodillo mediático y la eficacia contra todo disidente.

Ahora Franco se nos aparece como un ser débil, aunque genio del márketing, y apoyado por la moral imperante en la época, la de la Iglesia. De pronto le encuentro tantos parecidos con Zapatero que me horroriza. Z también es un pusilánime, rey del marketing, con un partido con medios “rodillo”, un tipo sin ideas, dándole al pueblo lo que pide en cada momento. Hace poco leí a Rosa Díez decir que ha sido sustituida la Democracia por Demoscopia. Buena definición. Z también está amparado por la moral actual. Copio a mi admirado bufón Boadella describiendo esta moral imperante: “nuestra época es puritana en exceso, hay una exhibición desmesurada de bondad... caracterizada por la impudorosa exposición de fingimientos filantrópicos. Todo el mundo hace gala de una infinita bondad, solidaridad, conciencia medioambiental”. Esa hipocresía es la de Z, como la hipocresía católica era la de Franco. Estas similitudes me llenan de zozobra, no quiero un país que se sumerja en un atraso por culpa de un pusilánime, que destroce económicamente, moralmente y psicológicamente generaciones, mientras los espantapájaros, leones cobardes y hombres de hojalata miran para otro lado.