Para buena parte de sus votantes José Luís Rodríguez Z es más humano que los demás políticos: afable y comprensivo, trata de acercarse a las personas para sentir como propias sus angustias.
Por eso irrita a mucha gente que ha sufrido realmente, y con la que trata de mimetizarse diciéndole que él pasó dolores similares.
Para María Jesús González, madre de Irene Villa y ella misma mutilada, resultó una dolorosa agresión que Z evocara a su abuelo fusilado para identificarse con ella y con las víctimas de ETA.
Además, y mientras el Gobierno o sus representantes negociaban con esa organización, los afines a Z denigraban a las víctimas del terrorismo que protestaban contra los contactos, lo que le sirvió a Mariano Rajoy para acusarlo en el debate televisado del lunes de agredir a quienes sufren.
El embate de Rajoy fue, a su vez, otra agresión. Z se puso nervioso, y con el rostro crispado interrumpió repetidas veces a su opositor para afirmar que ese ataque era injusto.
Pero cuando el moderador cambió de tema obedeció al guión televisivo en lugar de tomarse un solo minuto de su siguiente turno para desmontar el insulto o sacarse el rajoyón, que es el rejón que le clavó Rajoy.
Por tanto, la reacción de RZ ante un gravísimo agravio personal fue seguir adelante, obedecer el programa, como si la agresión no hubiera existido.
Esa actitud revela un inquietante rasgo de su carácter: si España es atacada, interna o externamente, el guión con las infinitas ansias de paz de Z seguramente logrará que no haga nada para repeler la afrenta.
Esta aceptación implícita de que agredir al país quedará impune le da una sensación de peligrosa inseguridad a muchos ciudadanos.
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