Raúl Reyes, segundo jefe y portavoz de la narcoguerrilla de las FARC, al que acaba de matar el ejército colombiano, era un horror selvático como Kurtz en “Apocalipse Now”: secuestrador y torturador, violador masivo, sádico que descuartizaba a sus víctimas, vampiro que asesinaba para oler sangre.
Quienes lo vieron actuar y consiguieron sobrevivir no han olvidado a este monstruo de rostro apacible, que se hacía pasar en el extranjero como un hombre bueno, pero cuyos actos recuerdan con terror y aparecen en sus pesadillas.
Tras el ataque al campamento de Reyes, quizás en Ecuador, aparecieron oenegés europeas y políticos como el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, lamentando esta muerte porque “siempre debe doler la desaparición de un ser humano” e irritándose después siguiendo órdenes de Chávez.
Un Chávez que dijo que si Colombia lo hubieran matado en Venezuela habría dado motivo para una guerra. Y aún tratándose de un acto a enorme distancia de su país, está amenazando a su vecino víctima de las FARC con armas, quizás algunas proporcionadas por la pacifista España de Z.
El periodismo hispanohablante ha perdido nervio y ya no repregunta a quienes hacen declaraciones seráficas, o amenazantes, como Chávez. Porque deberían haber objetado: “¿Por qué debe doler la desaparición de este sádico?”
¿Por qué habría que sentirse el suicidio de Hitler en su bunker berlinés? Basta de hipocresía. Otra cosa es una ejecución, que debe condenarse, pero sólo por rechazo a la pena capital.
Un terrorista enloquecido que mata por sadismo, y que seguiría haciéndolo si no cae en combate, no debe inspirar otro sentimiento que el de satisfacción: su muerte ahorra inocentes víctimas potenciales.
Y debe proclamarse el alivio que produce, aunque escandalice a los querubines del buen rollito que esperan cualquier ocasión para emitir plañideros ayes, tramposos e irresponsables.
Quien no haya vivido verdaderas situaciones de horror podría leer “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, que inspiró “Apocalipse Now”, y pensar en los millares de muertos e inmensas calamidades que provocó Reyes.
Ojalá caiga también, y pronto, el Kurtz más importante: Manuel Marulanda, “Tirofijo”.
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