En Villaconejos, al sur de Madrid, muchos de sus apacibles 3.000 habitantes quemaron hace pocos meses la casa de un delincuente que llevaba años aterrándolos, y al que la policía acaba de detener por uno de sus múltiples delitos: el asesinato de un joyero.
La Justicia buscó a los incendiarios, pero recibió la respuesta de Fuenteovejuna cuando mataron al Comendador: “Villaconejos, Señor”.
En Guadalcázar, Huelva, decenas de personas apalearon brutalmente hace una semana a unos rumanos inocentes porque creyeron que querían secuestrar a un niño.
Hace unos años el pueblo de El Ejido se lanzó en masa contra inmigrantes magrebíes acusándolos de dos asesinatos y varias violaciones.
Al iniciarse febrero, en un encuentro de intelectuales en Madrid, entre ellos varios musulmanes, se habló de los paquistaníes detenidos antes de que atentaran en el metro de Barcelona, uno de los cuales amenazó a un policía español: “¡En mi país maté a muchos como tú!”
Hay fanáticos así: Restaurante “El Descanso”, 1985; 11M de 2004. Bestias que explosionan niños y mujeres deficientes mentales para asesinar en masa a los infieles.
Los intelectuales occidentales le propusieron a los musulmanes emitir comunicados de condena tras cada acción yihadista, invitando a que se les unieran los imanes de todas las mezquitas españolas.
Los ciudadanos percibirían así su rechazo a la violenta yihad que talibanes y otros locos quieren traer a España.
Pero la respuesta fue deprimente: sus convocatorias fracasarían porque muchos musulmanes “comprenden” las razones espirituales de los yihadistas.
“Algunos integristas exigirán que se nos mate por traidores al islam”, admitieron.
Un serio problema. Porque en España hay tendencia a formar somatenes iracundos entre quienes se dicen hartos de desconfiar de la Ley y deciden aplicar la suya, como en Fuenteovejuna, El Ejido, Villaconejos, o Guadalcázar.
Un serio problema. Porque en España hay tendencia a formar somatenes iracundos entre quienes se dicen hartos de desconfiar de la Ley y deciden aplicar la suya, como en Fuenteovejuna, El Ejido...
Señor Molares do Val, de las crónicas sobre lo ocurrido en El Ejido hay que destacar las "Estampas de El Ejido" de Azurmendi, que no muestra que en Almería hubiese una tendencia más acusada que en cualquier otro lugar a formar somatenes.
Muy al cotrario, el Poniente almeriense era, cuando el estallido, una abigarrada muestra de decenas de nacionalidades, uno de los lugares más cosmopolitas que se puedan imaginar y, además, había alcanzado esa situación en un cortísimo periodo.
Vienen al caso las razones que dificultan la integración de los inmigrantes musulmanes, por encima de las dificultades que experimentan inmigrantes de otras adscripciones. Porque esas razones tienen que ver con la negativa de los más preparados de entre los musulmanes para condenar el terror perpetrado en nombre de Alá.
Hay un serio problema, señor Morales do Val, como usted señala, pero no por las razones que usted señala. No por ninguan tendencia española a formar bandas de justicieros vengadores sino porque, conviven entre nosotros individuos agrupados en organizaciones qeu no condenan el terrorismo. Y a los que, a diferencia de a las pantallas de ETA, no se persigue ni en campaña electoral.
Publicado por: Tin Morín | jueves, 07 febrero 2008 en 22:46