Las televisiones occidentales muestran estos días las ceremonias anuales chiítas en las que los fieles, incluyendo niños, se golpean con látigos terminados en cuchillas y cadenas y gimen de placer físico y dolor místico al teñirlos la sangre que les brota a borbotones y deja rojizos los caminos.
Maravilla esta ceremonia de la Ashura con la que millones de fieles recuerdan la muerte del imán Hussein, nieto de Mahoma, en una guerra por el control del islam en el año 680 DC.
El rito lo han extendido los chiítas por el mundo, y hasta los neoyorquinos han visto a decenas de ellos repetir la cruenta ceremonia cerca de Wall Street, donde alguno de los mártires opera como broker.
Pero nadie debería asombrarse en España: aquí hay ceremonias parecidas, aunque con muchos menos sacrificados, como la de la Semana Santa de San Vicente de la Sonsierra, Rioja, donde una veintena de “picaos” se hacen llagas muy sanguinolentas. Una muestra de folclore, con quizás algo de fe, que es Fiesta de Interés Turístico Nacional.
En Filipinas hay también católicos muy sacrificados en Semana Santa: suelen crucificarse realmente hasta dos docenas de personas, entre ellas sólo una o dos mujeres; sería precisa la ley de igualdad zapateril.
Las descienden antes de que puedan morir, pero después, y durante un año, les llaman Jesús y se sienten santificadas.
Con mayor secreto llevan cilicios y otros instrumentos personales de tortura algunos católicos que desean expiar pecados, pero sólo Dios sabe cuántos obran tal sacrificio que torna el masoquismo en beatitud.
Pecado, sangre, dolor, salvación: aunque el catolicismo ha reducido radicalmente las ceremonias cruentas, aún tiene sus santas ashuras.
Penitencias musulmanas masivas o reducidas católicas, debe aceptarse que estas ceremonias son espectáculos fascinantes, como los toros.
Señor Manuel: No voy a decirle que borre lo que pone el Comunista Sudaca, pero puedo avisarle que los Agentes del Mono buscan lo que ponen periodistas importantes y escribir comentarios para desacreditarlos, lo que están haciendo mucho y eso indica que ponen un compañero para vigilarlo y a la vez le dicen que usted es influyente, y debe alegrarse.
Publicado por: Hugo Coicán | sábado, 26 enero 2008 en 13:05