Andrés Molina, un viejo socialista y exminero en Pozo Figaredo, Mieres, recuerda sus huelgas bajo Franco cuando esperaba destruir el capitalismo aunque desde 1967 su empresa, Hunosa, era tan estatal como una soviética.
Ahora se confiesa desconcertado con el socialismo sabiendo, por ejemplo, que Tony Blair acaba de fichar como directivo del banco estadounidense JPMorgan, el excanciller alemán Gerhard Schröder es cabecilla de una petrolera rusa y Felipe González aconseja a Carlos Slim, el mayor capitalista del mundo compitiendo con Bill Gates.
Y observa que la diferencia entre su partido y el Popular es poco más que un problema semántico: definir si la pareja homosexual legalizada debe ser matrimonio o enlace de personas del mismo sexo.
Busca otras diferencias y descubre, por ejemplo, que la política social de la derechista Esperanza Aguirre es más progresista que la del líder andaluz Manuel Chaves, presidente del PSOE, y mejor que la de la izquierda gobernante asturiana, aunque las diferencias sean pequeñas.
Admite resignado, sin embargo, que los suyos han hecho la Revolución. Aunque al revés de la que se prometía bajo la dictadura, contra la que tampoco fueron muy rebeldes.
Molina se reafirma pícaramente: “Nuestros líderes han hecho la Revolución Capitalista. Han renunciado al socialismo, y hasta los comunistas han ingresado en masa en el PSOE. Izquierdistas deseando dirigir bancos como si fueran Rodrigo Rato”.
Aceptando como irreversible la Revolución Capitalista, y dado que los líderes izquierdistas han terminado administrando el capitalismo que tendrían que desmantelar, y enriqueciéndose con él, Molina predica como necesaria una nueva “Lucha-Popular-Y-Revolucionaria”:
“Debemos levantarnos contra nuestros exlíderes para exigirles que repartan sus beneficios y prebendas con las bases trabajadoras y con los afiliados a sus partidos que, como yo, los aupamos hacia el poder y el dinero”.
En eso consiste la mentira de la izquierda. Se practica el socialismo de todos los partidos abandonando la lucha de clases, la colectivización, etcétera. ¿Qué queda? Semántica e intervencionismo en la economía
Publicado por: Berlin smith | martes, 15 enero 2008 en 20:40