Inesperadamente el lector recibe una iluminación como la del vigía Rodrigo de Triana cuando descubrió tierra, como la del zahorí que encuentra un gran tesoro: aparece Mauricio Wiesenthal, más allá de sus artículos en La Vanguardia de Barcelona, y resulta ser un escritor de talla inconmensurable, quizás única, en lengua castellana.
Un prodigio, alguien excepcional al que conocen unos pocos sibaritas que se han confabulado para no hablar de él, para quedarse ellos solos con los placeres de su lectura.
Que no se venere como un genio de la literatura española a Mauricio Wiesenthal, de grandeza heredera de los mejores escritores de los dos últimos siglos, es un ejercicio de egoísmo de sus lectores habituales. Como si quisieran conservarlo como una joya que los demás no debemos ver.
Tacañería que este cronista no quiere mantener, como tampoco lo hizo su colega Carlos Luís Rodríguez al recomendarle “El esnobismo de las golondrinas” la inmensa obra de este autor catalán de raíces judías, como indica su apellido.
Cuando se empieza la lectura uno queda estupefacto: este hombre, de 64 años en la actualidad, tiene una fortaleza literaria que lo acerca a los grandes autores centroeuropeos de entreguerras, como sus admirados Stefan Zweig y Joseph Roth, con el añadido del genio español nacido en Cataluña y formado en Sevilla, Madrid, Centroeuropa y viajero constante por el mundo entero. Un nuevo Cunqueiro, un cosmopolita exquisito que, luego se sabe, ha escrito otros libros gloriosos.
Qué delicia, que magnificencia, que preciosismo en el lenguaje rico y nada cursi, erudito y nada fatuo, salido de una imaginación capaz de recrear mundos misteriosos, románticos, mágicos o terribles.
Estamos ante un portento casi desconocido. Y este cronista, deslumbrado, cree que hay que contribuir a enmendar esta injusticia, y por eso proclama aquí su asombro.
Su "Libro de Réquiems" me ha acompañado en más de un viaje por Europa.
Sencillamente magistral.
Publicado por: Luis I. Gómez | domingo, 06 enero 2008 en 22:52