Como usted no delinque le importa poco que una cámara de video le grabe en un tren, en una calle conflictiva, en un banco o en una tienda.
Usted no tiene nada que ocultar en público, y considera que la cámara que filmó al racista maltratando a una chica inmigrante en un tren catalán es un bien social: debería haber más.
Pero los celosos del anonimato absoluto rechazan a estos policías electrónicos silenciosos y discretos. “Nos vigilan, controlan e intimidan”, protestan gentes traumatizadas aún por el vigilantismo franquista.
Pues que no salgan de sus casas, porque en las áreas públicas los ciudadanos deben estar protegidos de los seres más depravados.
Hay una izquierda que quisiera seguir sintiendo la heroicidad de vivir bajo el sistema policial que perseguía las ideas. Contra Franco vivíamos mejor. Pero aquello acabó hace tres décadas y ahora gozamos de Constitución que consagra todas las libertades.
Sin embargo, es cierto que mucha gente está amedrentada. Pero no por la policía, sino la magnanimidad del sistema legal, que ha convertido España en meta para la delincuencia internacional, individual o de grandes y pequeñas bandas.
Aquí, detienen a los malhechores y enseguida quedan libres. Como el agresor de la chica inmigrante. Porque la supergarantista legislación es una mezcla del último franquismo y del buenismo postfranquista:
Del Código Penal franquista de 1973 hereda su dulzura con la delincuencia violenta, creada para dar una imagen de generosidad que ocultara la dureza con la disidencia política.
Del postfranquismo toma un objetivo antifranquista: si hemos sido espiados, nadie más lo hará en la España moderna.
Pero la ciudadanía y los delincuentes han cambiado. La vigilancia electrónica es deseable, necesaria. Y debe endurecerse el Código Penal. Exigirlo es de justicia, no hacerlo es fascismo.
No ocurre a menudo, pero en esta ocasión estoy en desacuerdo con usted. La vigilancia electrónica no es, en mi opinión, la solución, que realmente pasa por la presencia de agentes de policía en las calles y lugares de reunión. La prueba la tenemos en Reino Unido, donde los jóvenes burlan la vigilancia de las cámaras usando > (sudaderas con capucha que ocultan su rostro). Esas cámaras son un sustituto barato (en el sentido económico) de los agentes y además llevan a casos de tráfico de datos como los que se han dado en el citado país. En mi opinión sirven más como disuasorias de la heterodoxia que del verdadero delito. Un debate de mayor profundidad sería la coincidencia de la ley con la moral. Si yo (por poner un ejemplo) pensara que en la ley estatal se recogen delitos, como las Injurias a la Corona, impropios de una democracia con supuesta libertad de expresión, no vería bien la presencia de elementos para hacerlos cumplir.
Publicado por: Pasotaman | domingo, 28 octubre 2007 en 21:27