Nicolas Sarkozy ha lanzado una iniciativa que Al Gore todavía no se había atrevido a plantear: reducir el consumo del petróleo dificultando la circulación automovilística e incrementar el transporte público movido por electricidad.
Puede hacerlo: Francia tiene 59 centrales nucleares que producen el ochenta por ciento de la energía que consume. Y construirá más, con la tranquilidad de que en medio siglo no han sufrido ni un solo accidente grave.
Sarkozy ha sabido ventear la opinión pública movida por Al Gore y los teóricos del calentamiento global por causas humanas. Al no poder con ellos, se les ha unido.
Y aprovecha su decisión: propone castigar con aranceles los países que no respeten los acuerdos de Kyoto, que suelen estar en el tercer mundo. Pero les ofrecerá centrales nucleares francesas para que dejen de emitir CO2.
Queda bien y va a sacar un altísimo beneficio económico uniéndose al neoecologista exvicepresidente estadounidense, que cuando mandaba también hacía guerras. Y consiguió hipócritamente junto con Clinton que no sólo los senadores republicanos, sino también gran número de demócratas, se negaran a ratificar Kyoto.
Obsérvese como el hábil documental de Gore, que despierta masas de excitados conservacionistas, calla sobre la energía nuclear: quizás porque podría tener interés en ella.
Con el CO2 como indeseable, hay que buscar fuentes que no lo produzcan. Sin prescindir de luz, trenes, industrias, calefacción, televisión, cocina, desaladoras.
Grandes consumidoras para las que no sirven los paneles solares, ni los molinos de viento. La única fuerza no fósil capaz de generar actualmente electricidad en cantidades gigantescas es la nuclear.
Pero las seis centrales españolas sólo producen el treinta por ciento de la que consume el país, que cada día demanda más. Y ZP quieren cerrarlas, mientras España supera crecientemente sus tasas de Kyoto.
Gran dilema: el neoecologista Gore vendiendo indirectamente nucleares, Sarkozy afirmando su bondad, y Z con pensamientos bucólicos.
ECOLOGÍA FRENTE A ECOLATRÍA
Los que defendemos la ciencia frente a la superstición y el oscurantismo no podemos negarnos a valorar en su justo término las voces de alarma que científicos de todo el mundo están lanzando para prevenirnos sobre las consecuencias que el desarrollo industrial y tecnológico está trayendo para el futuro de la Tierra.
Parece lógico tratar de armonizar el progreso con la ecología, pero nunca condenar el progreso en nombre de una reaccionaria ecolatría, una adoración fanática del medio ambiente. Porque los pobres contaminan mucho menos que los ricos, pero no podemos condenarlos a la injusticia social en favor del fanatismo ecológico, no podemos poner los derechos del hombre y del ciudadano por detrás de la defensa del planeta. Primero el hombre, luego la Tierra.
Y por supuesto, desde el terreno de la ciencia y del pensamiento crítico podemos y debemos denunciar el deterioro ecológico. Pero en ningún caso podemos caer de nuevo en la superstición y el oscurantismo de adoptar una nueva religión, el 'cambio climático', ni podemos aceptar una nueva inquisición, la condena eterna a quien no acata el nuevo 'catecismo mediático' que defiende un proyecto valioso con una amalgama de verdades incómodas y de mentiras fruto del fanatismo, ni mucho menos podemos arrodillarnos ante un nuevo Papa, Al Gore, un nuevo 'predicador apocalíptico' que como epígono de los Papas medievales predica la ecología pero vive y contamina como un multimillonario irresponsable, un indigente intelectual que es capaz de cometer la obscenidad, la cruel infamia, de equiparar el cambio climático al Holocausto.
Ecología sí, ecolatría no.
Salud, ciudadanos
Publicado por: El Capitán Trueno | sábado, 27 octubre 2007 en 22:30