Desde hace años el PNV reclama que el Guernica de Picasso se traslade al Museo Guggenheim de Bilbao, pero para qué lo necesita si tiene ya un sustituto en una excelente instalación fotográfica que glorifica lo que envuelve a ETA.
Las víctimas del terrorismo la denuncian, puesto que denigra a quienes murieron asesinados y exalta a los asesinos. Pero su protesta es inútil. Es una obra para enaltecer etarras. Podríamos llamarla El Guernica etarra.
Veamos por qué: Picasso denunciaba el nazismo al servicio de Franco en la guerra civil española y señalaba el martirio del pueblo vizcaíno. Esta instalación, debida al trabajo de Clemente Bernard, proclama su admiración hacia el nazismo vasco, porque en lugar de condenar a los verdugos los alaba sutil, artísticamente.
En ambos casos hay víctimas: el bombardeo de los aliados alemanes de Franco a Guernica, el 26 de abril de 1937, provocó entre 250 y 300 muertos. Una cifra que representa un tercio de los casi mil asesinados por ETA.
El canto a la ideología en las fotos está en una gran imagen de exaltados abertzales, odiante puño en alto, enmarcando una enorme ikurriña, la bandera británica recoloreada por Sabino Arana para representar su inventado milenarismo vasco.
Aquí no hay paralelismo: no existe icono parecido en el Guernica picassiano. No aparecen símbolos de la Legión Cóndor brazo en alto ante una gran bandera con esvástica.
En simbología es más audaz y vanguardista la obra bilbaína, que deja ver en algunas imágenes las esvásticas vascas de brazos redondeados, los lauburu, como emblema abertzale dueño de sentimientos populares, entre los que sustituye aceleradamente la cruz cristiana.
El Guggenheim, pues, tiene ya otro Guernica, que en lugar de gritar paz plantea el terrorismo como arte. El Guernica etarra. No es arte degenerado, sino de/para degenerados.
Cada vez estamos más de acuerdo. Nada que añadir a crónica tan clarificadora. Eso es llamar a las cosas por su nombre.
Publicado por: JR | sábado, 20 octubre 2007 en 21:49