Contra toda previsión los islamistas marroquíes perdieron las elecciones de hace unos días, quizás porque la todopoderosa monarquía hizo ganar al partido nacionalista Istiqlal y, simultáneamente, estimuló la abstención. Pero los religiosos siguen aumentando e intimidando a los liberales e intelectuales del país.
Es la creciente marea negra de los hiyabs y otros símbolos de opresión espiritual que va imponiendo el Partido de la Justicia y del Desarrollo cuyo vivero está, especialmente, entre los más fanatizables, los analfabetos: el 35 por ciento de los hombres y el 60 por ciento de las mujeres, que son casi la mitad de los 34 millones de marroquíes.
Reclaman no sólo Ceuta y Melilla, igual que todos los partidos incluyendo el Istiqlal, sino también gran parte de España, el deseado al-Andalus.
Una ambición que los medios informativos españoles supuestamente progresistas ocultan, mientras presentan como “moderados” a estos isalamistas, a los que en una comparación intelectualmente indigente equiparan con los democristianos que contribuyeron a crear la Europa de las libertades.
Falso progresismo, aliado objetivo de esta marea negra. Que alaba así lo que ayer sería la suma del inquisidor Torquemada y el asesino cura Santa Cruz.
“Nos invaden las cucarachas, aparecen por todos los rincones”, le decía recientemente un guía occidentalizado a un grupo de turistas aludiendo a las vestimentas de esos fanáticos. Sabe que lo tienen señalado y que desean exterminar a quienes, como él, no sean locoides religiosos.
A muy pocos kilómetros de España está despertando el islamofascismo. En Marruecos y Argelia. Nuevos almohades y almorávides, precisamente, los puristas que arrasaron al-Andalus. Fueron ellos, los Jomeni y los Bin Laden de aquellas épocas, no los cristianos.
Aquí, con ingenua ceguera antioccidental, esos supuestos progresistas, abanderados por el líder de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, Juan José Tamayo, entre otros, defienden su elevada espiritualidad y su fe inamovible.
Realmente me parece fascinante que la sociedad española no sea plenamente consciente de estos hechos. Que se siga defendiendo lo indefendible y apoyando a aquellos que ni tan siquiera nos respetan mínimamente. Si alguien tiene alguna duda al respecto, les animaría a vivir en Murcia un par de años, (donde más claramente he vivido estos hechos)tras haber leído "La Yihad en España" de Gustavo de Arístegui, es escalofriante.
Sí al respeto religioso, no al fanatismo barnizado de creencias y costumbres.
Publicado por: lordring | martes, 18 septiembre 2007 en 14:19