Cecilia Sarkozy, esposa de Nicolás Sarkozy, ha conseguido que Libia libere a las ocho enfermeras búlgaras y al médico palestino condenados a muerte por contagiarle el sida a unos 400 niños de aquél país, delito nunca probado.
Cécilia Maria Sara Isabel Ciganer Albéniz pasó a llamarse Cecilia Martin en 1984 al casarse con un político apellidado así. Tras divorciarse, se casó en 1996 con Nicolás Sarkozy y tomó el apellido del que ahora es nuevo presidente francés.
No tiene cargo político alguno y su eficaz gestión se debió más que a la diplomacia a que es Cecilia “señora de” Sarkozy.
Esto de las “señoras de” es muy importante. Por ejemplo, en Argentina se da mucho la “señora de” poderosa, como Evita Perón, o como la aspirante a heredar a su marido en la presidencia argentina, Cristina Fernández “de Kirtcher”.
Poca gente identificaría a Hillary Diane Rodham. Las estadounidenses suelen perder su apellido al casarse. Todo el mundo le llama Hillary Clinton, aunque ella ha conseguido intercalar el Rodhan, en contra de lo habitual.
En muchos países democráticos las mujeres abandonan su apellido paterno con el matrimonio, que es como renunciar a una parte importante de la identidad.
Peor aún: para disgusto de las feministas, ni siquiera tienen oportunidad de perder el materno, que ni consta en los documentos.
Desde aquella famosa Doña Carmen Polo “de Franco”, y como si fuera una reacción popular de rechazo, en España fue desapareciendo el posesivo que se le concedía al apellido del marido.
Ahora, las mujeres, casadas o no, exhiben sus dos apellidos, cuyo orden pueden cambiar. Y si lo desean, transmitir para su descendencia exclusivamente los de origen femenino.
Ciertamente, las esposas españolas han avanzado mucho, aunque tampoco reciben encomiendas importantes, como la de la “señora de” Sarkozy.
La "señora de" Sarkozy tiene tanto que ver en la liberación de las enfermeras búlgaras como usted y yo.
Me hace gracia que el perder la identidad le parezca a usted algo que sólo disgusta a las feministas. Quizá tiene usted algún resquemor contra su apellido paterno y le gustaría perderlo por el camino, a mí no me ocurre igual.
O quizá suceda que le parezca mal que a las mujeres también nos guste dejar nuestro apellido a nuestros hijos.
No acierto a vislumbrar qué hay tras su alabanza a la inane Madame Sarkozy, que nada ha hecho por esos ex condenados a muerte; ni por qué le parece mal que las mujeres conserven los apellidos que sus padres les legaron.
Misterios de la naturaleza humana.
Publicado por: Anandrye | sábado, 28 julio 2007 en 01:57