Durante los próximos días viviremos un drama como los que narraban los libros titulados Vidas de los Santos en los que muchos cristianos morían devorados por las fieras en el Coliseo romano.
Entre 18 y 23 jóvenes coreanos de la Iglesia presbiteriana, en su mayoría chicas, fueron secuestrados este viernes por talibanes afganos a unos 150 kilómetros de Kabul cuando transitaban en un autobús alquilado hacia Kandahar sin advertir a las autoridades de su viaje sin escolta.
Corea es hoy la nación que produce más misioneros cristianos. De ese país salen hacia los lugares más peligrosos del mundo millares de jóvenes entusiastas para predicar, en este caso el cristianismo calvinista del que nacen los presbiterianos.
Los secuestradores le han exigido a Corea del Sur que retire inmediatamente sus 210 efectivos militares que ayudan a reconstruir el país si quiere conseguir la liberación de los rehenes.
Recordemos: esos jóvenes no son profesionales religiosos, pero son misioneros, aunque sea solamente durante sus vacaciones de trabajo. Que deberían saber a qué se exponían en Afganistán, donde varios grupos similares fueron advertidos por las autoridades de que provocaban la hostilidad de la población al pretender convertirla al cristianismo abandonando el islam.
Ahora sabremos si este cristianismo contemporáneo sigue siendo, como en sus inicios, capaz de llevar a sus más fieles al máximo sacrificio, a la entrega de la propia vida.
Si Corea no retira sus tropas podrá vivirse un drama con dos milenios de antigüedad: la matanza de quienes sucumben testificando de su fe mientras rachazan cualquier otra que pueda salvarlos.
Porque todos y cada uno conservarían su vida haciéndose musulmanes, según ordena el Corán. Queda la duda sobre quién elegirá ese camino o quién morirá para conmover con sus creencias a los verdugos.
Es escalofriante lo que cuenta usted pero no me gusta nada su frialdad al narrar un hecho tan bello como la entrega por amor de unos cristianos, todo lo contrario del odio de los islamistas talibanes.
Publicado por: Carlos Fonseca | martes, 24 julio 2007 en 10:24