Encarcelan a los especuladores inmobiliarios por corrupción económica usando leyes tan endebles que no añaden como agravante la corrupción estética, que es mucho peor porque convierte el país en una cloaca visual que permanece durante siglos.
No es sólo el ansia de dinero lo que ha deteriorado la Costa del Sol o amplias áreas de Galicia, por poner ejemplos en dos mares alejados, sino lo que podría llamarse la falta de autoestima de sus habitantes.
Qué diferencia con aquello que resaltaba Goethe enorgulleciéndose de que los campesinos alemanes mantuvieran cuidados sus jardines y bellas las fachadas de sus humildes casas. Decía que mostraban así su dignidad y orgullo, virtudes o excelencias que aún permanecen en tantos pueblos centroeuropeos.
El actual feísmo español no surge de la humildad o de la pobreza, porque los feistas invierten en bienes o aficiones innecesarias. Nace de su falta de respeto a si mismos y a los demás.
Desprecian la historia, la cultura, el buen gusto. Siguen una máxima acuñada por Góngora en el poco higiénico Siglo de Oro con su poema “Ande yo caliente y ríase la gente”.
Decía Erasmo de Rótterdam que los seres sucios por fuera lo eran también por dentro. El feísmo español es muestra de suciedad interna y externa. De gentes desaliñadas, groseras y que se desprecian a si mismas.
Deberían darse cursos de esa autoestima y del arte de vivir que resaltaba Goethe en sus humildes paisanos. Esa sí sería Educación para la Ciudadanía. En las escuelas se recordaría el trabajo del desparecido César Manrique, artista visionario que convirtió Lanzarote en el ejemplo real de cómo mantener la dignidad de su isla y de sus habitantes.
En realidad, debería estudiarse estética a la manera griega, porque no hay ética sin estética.
Excelente, excelente comentario!... como siempre.
Publicado por: Gaspar Payá | domingo, 01 julio 2007 en 08:41