El terrorismo islamista justifica cada una de sus bombas como respuesta a las Cruzadas de hace un milenio, a la expulsión del islam de al-Andalus y a los conflictos palestino e iraquí con participación occidental, pero el gran genocidio actual de musulmanes se da en Sudán, donde víctimas y verdugos son de esa religión.
Las sangrías sudanesas se iniciaron, como en los western, cuando los ganaderos árabes invadieron las tierras agrícolas de los negros, imponiendo su islamismo radical y la idea de la superioridad natural árabe sobre las razas de esclavos.
Si desde 1955 hasta 2005 hubo dos guerras sudanesas en las que los islamistas árabes le produjeron unos dos millones de muertos a los oprimidos negros del sur, cristianos y animistas, en 2003 los milicianos Yanyauid árabes iniciaron otro genocidio: apoyados por el Gobierno, comenzaron a matar a cientos de miles de negros, esta vez musulmanes de Darfur, al oeste del país.
Aparte de querer terrenos para ganado e imponer los linajes aristocráticos árabes, el Gobierno sudanés y los milicianos se proponen conseguir rápidamente un petróleo que ni Europa ni EE.UU. quieren explotar en estas condiciones, pero sí China.
Ese es el genocidio de Darfur, región de un país tan grande como España, con 41 millones de habitantes y pobre productor de alimentos, aunque rico en materias primas, especialmente petróleo.
Un país donde el Occidente de los cruzados no tiene participación que no sea salvando vidas musulmanas con voluntarios y alimentos, y mediando entre verdugos y víctimas. Algo que casi no hizo cuando cristianos y animistas eran masacrados.
En esas estamos, con China vetando en la ONU las condenas al gobierno sudanés y boicoteando las iniciativas de esos cruzados, como les llama Bin Laden, que sólo intervienen humanitariamente.
Lo que más me molesta de los políticos actuales es su complejo de que los occidentales hicieron algo mal en el mundo musulmán, y se le echa la culpa a los británicos por el reparto de los países, como si la historia hubiera empezado ahí y si no fuera que todos los desastres vienen del nacimiento, crecimiento --y caída gracias al apoyo occidental-- a los oprimidos del imperio Otomano, que fue el verdadero desastre durante siglos de ese mundo.
Yo le pido, Sr. Molares do Val, que de vez en cuando toque este punto que sin duda conoce para ayudar a recordar la Historia verdadera y no la estúpida y acomplejada de los que nos mandan, Zapatero y también en su día Aznar que no se atrevió a decir las verdades que suelta ahora.
Publicado por: Anna Castelló | martes, 17 julio 2007 en 11:39