Están indignados los obispos católicos con la asignatura de “Educación para la ciudadanía” que le impondrán a los niños desde septiembre. Lógico: es el credo de una religión rival, a la que Zapatero quiere convertir las nuevas generaciones.
Los textos de la nueva fe atea, pero angélica, exigen solidaridad, paz mundial, no al hambre, generosidad, igualdad, ecología, antiglobalización, anticapitalismo y otras ideas que se unifican en la bondad y el amor infinito a los seres humanos.
Un credo ingenuo y atolondrado como el de las misses cuando exponen su alianza de civilizaciones para su reinado.
Una bondad que amaestra ciudadanos para hacerlos resignados e inocentes, ajenos al duro y complejo mundo actual, incapaces de defenderse briosamente cuando es necesario, enseñados a creer, no a razonar, a tener fe, no lógica.
Es el adoctrinamiento seudocristiano de una certidumbre pasiva y sacrificial. Amor y mundo limpio de malas ideas y contaminaciones. Uno de sus dogmas: el cambio climático. Credo que debe aceptarse a ciegas, como la Trinidad, sobre el que no cabe duda alguna.
El hereje será anatemizado, excomulgado. Ya hay inquisidores que exigen la cárcel para quienes atribuyan a causas naturales el Satanás contemporáneo, el CO2.
También hay que ofrecerle culto, incluso adoración, a las Oenegés, a la ONU, a los partidos minoritarios y extravagantes, a los curas ateos, a los gays progresistas y a cosas así.
Zapatero, el profeta ungido que exige amar al prójimo como a si mismo, poner la otra mejilla, y perdonar terroristas setenta veces siete, es el Anticristo para muchos católicos que lo proclaman como tal en sus manifestaciones de protesta.
En realidad es el jubiloso Mesías de este culto aparentemente laico. Que podría resultar su primer mártir, crucificado en Moncloa, su Gólgota, por el descreído pueblo madrileño.
En mi juventud, hace algunas décadas, los jóvenes desconfiábamos de la ONU y demás clubes selectos donde sólo tienen derecho a veto los poderosos, los que más dinero ponen sobre la mesa. Debatíamos sobre su doble moral (guerra legal o ilegal, dependiendo de los intereses), su poca influencia sobre los países en conflicto y los asuntos turbios que, periódicamente manchaban su imagen. Hoy, los jóvenes son más crédulos. Les dicen que una guerra bajo el paraguas de la ONU es buena y fuera de él es mala, y se lo creen. Le cuentan que estamos democratizando el mundo, y no encuentran ninguna objeción, les endiosan a personajes como el ex presidente norteamericano Gore que ha encontrado el filón de los documentales para pasar a la fama como adalid del cuidado del medio ambiente, cosa que no hizo cuando compartía gobierno en el país más poderoso del mundo. Ahora aceptan una asignatura que los privará de la reflexión y de su modo personal de ver el mundo. Les hacen creer que "to er mundo e güeno" (sobre todo, el Psoe)y que vale todo con tal de ser "felices". Tal vez, la aceptación de los jóvenes a ser domesticados la explique la necesidad actual de evadirse de toda complicación y vivir en un limbo donde las drogas son su placentera realidad.
Publicado por: Lila | viernes, 29 junio 2007 en 10:51