Poca diferencia hay entre el belicismo altivo de Aznar y el pacifismo medroso de Zapatero: ambos envían soldados mal equipados a zonas de guerra presentándolos como oenegés, y como son pocos los españoles que se les enrolan, tienen en filas a cada día más extranjeros pobres.
En el Líbano y Afganistán el treinta por ciento de los soldados bajo bandera española son latinos. Natural: si Zapatero dice que el término nación es discutible, pocos españoles quieren morir por esa idea. La solución son los forasteros: esperan recibir la nacionalidad tras varios años dispuestos al combate. Si mueren, entonces sí los hacen españoles.
En EE.UU., esos mismos inmigrantes son naturalizados antes de firmar como soldados. Y aparte de la paga reciben ayudas laborales o facilidades para estudiar posteriormente.
Aznar presumía de su bajo presupuesto de defensa, uno de los menores del mundo. Y enviaba soldados mal dotados, aunque no fueran a combatir, a áreas peligrosas como Irak. Su ministro de Defensa contrató un avión Yakolev de bajo costo para traer a 62 militares de Afganistán: se estrellaron.
Zapatero sigue igual. Su presupuesto militar es una quinta parte del británico o el francés, cuarta parte del alemán y un tercio del italiano.
Esta cicatería hizo que los vehículos atacados en el Líbano carecieran de inhibidores de radiofrecuencia que evitarían atentados con telemando como el que mató este domingo a seis soldados, la mitad inmigrantes latinos.
Unos artilugios que se encuentran fácilmente en el mercado internacional, al contrario de lo que dice el ministro de Defensa. Los tienen centenares o millares de políticos españoles en sus coches.
Tacañería y desastres militares, lógicos en un país cuya Ley de Defensa Nacional no menciona la guerra, palabra que, exorcizada, no existe, pero que haberla, hayla.
Excelente comentario.... como siempre.
Un saludo desde NYC.
Publicado por: Gaspar Payá | jueves, 28 junio 2007 en 06:19