“Mikel, vete tranquilo a casa. ETA se va a entregar, tiene voluntad clara de integrarse en el juego democrático”, le aseguraba el delegado del Gobierno en Euskadi al antropólogo y profesor Mikel Azurmendi, amenazado de muerte por ETA como tantos demócratas vascos.
Esa certeza hizo que Rodríguez Zapatero presentara en el Parlamento Europeo a los terroristas como interlocutores y permitiera que la banda, disfrazada de PCTV-ANV- Batasuna, volviera a Vitoria y a los ayuntamientos.
Los terroristas iban a rendírsele. Y como el concepto de Nación es discutible, Euskadi podría anexionarse Navarra si lo permitían los navarros y “Euskadi será lo que los vascos quieran”, desdeñando que Pamplona, Bilbao, Madrid, Galicia o Cataluña serán lo que decidan mayoritariamente los españoles, no los gobiernos, central o autonómicos.
Los negociadores creían que repitiendo el mantra de queremos la paz los ciudadanos aceptarían cualquier acuerdo por el que se crearía lentamente la nueva Euskadi bajo control ETA-batasuno. Hasta el PNV regido por Imaz se asustó.
Personas cercanas al “proceso” autorizaron al cronista a entrecomillar este párrafo: “Había fechas míticas. Ignacio de Loyola murió el 31 de julio de 1556. El mismo día de 1895 se fundó el PNV, en igual fecha nació ETA en 1959. En esa efemérides de 2007 ETA entregaría algunas armas a cambio de la aceptación del plan que conduce lentamente a la independencia”
Recibidas las armas, ZP arrasaría en las elecciones generales, de fecha revelada ¿imprudentemente? por el Vaticano: 28 de octubre, recuerdo de la primera mayoría absoluta de Felipe.
Todo iría bien si no fuera que apareció la “derecha extrema”: demócratas vascos, socialistas disidentes, víctimas del terrorismo, Basta ya, Foro Ermua, Partido Popular.
Media España contra cualquier concesión: ETA rompió la tregua…, por algún tiempo. Esperando nuevos gestos apaciguadores.
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