Dwight Porter es un periodista estadounidense sorprendido por lo poco que se usa en España la expresión "coalición de perdedores" para referirse a los supuestos “políticos progresistas" que se alían solamente para evitar que gobiernen listas ganadoras de la derecha.
Porter, colaborador de grandes medios de su país, quizás esté desconcertado al ver que los socialistas pueden unirse a nacionalistas que disculpan “los excesos” de los terroristas, o que los comunistas de IU y los falangistas pacten algunos ayuntamientos.
Los anglosajones suelen mantener la extravagante idea de que no pueden mezclarse gasolina y fuego, ni agua y aceite. Pero estas mixturas se dan en España sin dificultad alguna.
Aquí la izquierda democrática estudia unirse a un grupo ideológicamente afín al terrorismo porque se define como de izquierdas y progresista, a pesar de que su objetivo es crear un “lebensraum” con uniformidad cultural, cuando no racial, ayudado indirectamente por la violencia.
Este país, Dwight, sigue siendo diferente. Aquí, las “coaliciones de perdedores” contradicen la lógica. Aquí se aprueban leyes desequilibradas e contrahechas porque cada coalicionado consigue imponer lo más extremo de sus exigencias ideológicas.
Véase el Estatuto de Cataluña, un Quasimodo en la precaria catedral constitucional, creado para apaciguar un secesionismo neofascista presentado como izquierdista.
O la Ley del matrimonio homosexual, elaborada para satisfacer a activistas minoritarios del mundo gay, pese a que la mayoría de ellos, como tantos ciudadanos, pedía una ley de parejas de hecho con derechos y deberes similares a los del consorcio matrimonial.
O la ley de violencia doméstica, ineficaz porque condena a hombres inocentes sin distinguirlos de los culpables, y ello por obedecer a las exigencias del feminismo más fundamentalista.
Así, casi todo: en la España actual las coaliciones de perdedores se han radicalizado para producir monstruos que casi nadie quiere ver.
La ley contra la violencia machista (me resulta ridículo llamarlo "violencia doméstica", parece que estamos hablando del orinal en la mesilla de noche y no de crueles asesinatos) no tiene nada que ver con el feminismo y las feministas no estamos nada contentas con ella, como tampoco con los extraños juzgados especializados en crímines machistas que se han creado.
Pero una vez más, gracias Sr. Molares, por recordarme que no puedo votar junto a los que opinan como usted: juntar a quien le parece "un poco feo" una muerta cada dos días (si eta matara así, aquí habría una guerra... quiero creer) con los amigos de los musulmanes o de los etarras, me parece repugnante.
Publicado por: Anandryne | viernes, 22 junio 2007 en 00:25