Con su enorme y bienpensante burocracia que dirige nuestras vidas hasta dejarnos sin iniciativa ni individualidad, la Unión Europea ha prohibido que la publicidad de vinos, cervezas y sidras señale una magnífica verdad: que bebidos moderadamente son sumamente saludables.
Basta ya de dirigismo virtuoso, de invadir la vida de todos, señora Unión Europea. Usted se inmiscuye en la libertad de los ciudadanos, quiere cambiarles los horarios y lo que comen o beben aunque se haya demostrado científicamente que es bueno para sus arterias y corazón. Si quiere que los jóvenes no beban alcohol, prohíbales usted las bebidas destiladas, que es lo que consumen, porque desgraciadamente han perdido el conocimiento del vino. Así que, está cansando usted a mucha gente, señora.
Ser como los demás europeos era el norte, nunca mejor dicho, de la mayoría de los españoles desde que se fundó el Mercado Común en 1957. Una ambición que obligó al franquismo a ablandarse hasta su desaparición, y a que la democracia arraigara.
Cierto que la mayoría de las iniciativas de la señora UE son positivas. Pero últimamente hay otras a las que debe decírseles basta ya. Como esta de que no pueda proclamarse públicamente que el vino en cantidades moderadas es muy recomendable.
Además, este jueves han tratado de imponer una fórmula para reducir la representatividad y los poderes de los ciudadanos de países como España. Sólo para que Alemania, Francia, Reino Unido e Italia tomen las grandes decisiones sin que los demás estados puedan evitarlo. Polonia se opuso, mientras el dadivoso ZP presionaba a Varsovia para que abandonara sus intereses como hace él con los nuestros.
Los grandes alegan que su demografía les avala y que 23 países-gallinero deben obedecer lo que ellos decidan porque es imposible poner de acuerdo a tantos pollíticos sueltos. Como si polacos o españoles fuéramos animales de granja destinados a la olla.
Precisamente ahora cuando, rechazada la Constitución Europea en referéndum en Francia y Holanda, era hora de sentar bases ecuánimes para los poderes y los derechos ciudadanos.
Pero España ha cedido ante los grandes regalando su soberanía: ya no somos nadie, y mañana seremos menos aún.
Tocqueville escribía esto en 1835:
"¿Qué me importa, al fín y al cabo, la existencia de una autoridad que vele en todo momento por que mis placeres sean tranquilos, que vaya delante de mis pasos apartando los peligros sin que yo tenga ni que pensar en ellos, si esta autoridad, al mismo tiempo que me evita has talas menores espinas en mi camino, es dueña absoluta de mi libertad y de mi vida; si monopoliza el movimiento y la existencia hasta el punto de que todo languidezca a su alrededor cuando ella languidece, que todo duerma cuando ella duerme, que todo perezca cuando ella muere?".
Curiosamente, el párrafo que le sigue podría dar cuenta perfecta de lo que cuentas en la última parte del post. La pérdida de grandeza, la indiferencia por saber que mañana seremos menos aún que hoy:
"Existen naciones en Europa donde el habitante se considera a si mismo una especie de colono indiferente al destino del pais en que habita".
Y eso que entonces no estábamos tan mal como ahora. Tenemos más, es cierto. Pero somos mucho menos.
Publicado por: Eduardo | sábado, 23 junio 2007 en 00:01