Hay un método para mitigar la importancia de las torpezas y hechos graves a cuyos autores queremos disculpar: hacerlos aparecer como jóvenes impetuosos, aunque sean mayores.
El muchacho, el chico, siempre obtiene más atenuantes que los adultos, merecedores de mayor dureza. Conducta que se aplica también a las mujeres jóvenes, ahora llamadas jóvenas, término tan querido por numerosas feministas.
Arzalluz definía a los terroristas callejeros, algunos sesentones, como “los chicos de la gasolina”. Una hábil operación de disculpa.
Cuando los periodistas califican de joven a un adulto lo hacen intencionadamente para reducirle responsabilidades, situándolo cerca de la adolescencia. Usamos lo que podríamos llamar “adjetivos paliativos”: una humilde sugerencia para los gramáticos.
Porque imaginamos al joven como idealista, impetuoso, pero en el fondo buena persona aunque cometa actos terribles llevado por su fogosidad. Indirectamente pedimos para nuestro protegido que lo envíen al correccional para adolescentes, no como adulto a prisión.
Joven igual a inexperto e impulsivo es un reflejo del “pensamiento automático” del que hablan los siquiatras y sicólogos.
Cuando se dice “el joven presidente del Gobierno español, de 47 años”, como ocurre tantas veces, se pretende paliar su responsabilidad de adulto definiéndolo como poco más que de un impúber.
Recordemos: púber. Término que viene del vello que comienza a aparecer al iniciarse la adolescencia. Precisamente, en el lugar al que le da nombre, el pubis.
No: Zapatero no es un joven. Es un señor mayor, adulto. Su rival, Mariano Rajoy, tenía solamente cinco años cuando él nació. ¿Calificaría alguien de joven líder del PP a ese caballero?
Aunque lo mejor son los líderes juveniles de algunos países: pueden llegar a los 81 años y mantener su impetuosidad efébica. Fidel Castro sigue escribiendo entusiásticamente desde hace medio siglo en el diario “Juventud Rebelde”
Interesante observación que yo intuía y que nunca se me había ocurrido sintetizar. Muchas gracias.
Publicado por: Argemiro Souto | viernes, 22 junio 2007 en 11:53