El actual PSOE ha alcanzado la cúspide ideológica de la neoizquierda al presentar a los inversores en bolsa, símbolo de la nueva clase obrera, su imparable avance hacia el socialismo.
La verdadera revolución del siglo XXI no tiene nada que ver con la del siglo XIX ni con la del XX. Alguien tenía que haberse dado cuenta desde la izquierda.
Y fue ZP. El pionero del neosocialismo se fue tanto a la izquierda que dio la vuelta al mundo y apareció por la derecha para competir en eficacia capitalista con el PP, pese a la entrega de la privatizada Endesa a una empresa pública italiana.
ZP nos ha descubierto que un socialista debe presentar cuentas no a la malhumorada clase obrera tradicional sino a los inversores en la Bolsa. Porque el trabajo manual está muerto. La Revolución del mañana está en la mente, en la ingeniería financiera.
Por tanto, para proclamar sus éxitos ideológicos, José Luís Rodríguez Zapatero, el nuevo Pablo Iglesias, no podía haber elegido mejores ni más dedicados industriosos que estos inversores globalizados que trabajan incansablemente comprando y vendiendo valores empresariales.
Operan en las bolsas de Tokio, Nueva York, Londres o Madrid, día y noche, tan entregados que ni siquiera reclaman cobrarse horas extras. Exhudan Solo, de Loewe, que es el olor de estos obreros.
Dicen: “Vamos a invertir donde la mano de obra sea más barata”. Lo hacen, y enseguida logran mucha más riqueza que antes.
Mientras, los obreros tradicionales, aunque útiles para votar izquierdas, exhalan humo quemando neumáticos, como los de Delphi, en Cádiz, porque les cierran las fábricas empresarios parecidos a los nuevos obreros a los que sirve ZP en Madrid.
¡Arriba, pobres de la tierra. Por la Revolución: haceos inversores y sudad Solo, de Loewe!
No hay nada más peligroso que un presidente pijo y socialista, un presidente que vive de la izquierda y come con la derecha. Basta conocer sus amistades de la farándula y los uniformes de trabajo de Teresa Fernández de la Vega y demás ministras. Si nuestro congreso se ha convertido en una pasarela no es de extrañar que el presidente quiera lucirse en la bolsa. Contra lo que se dice, es el político más inseguro de la democracia porque tiene dificultad para expresar sus ideas, eso lo lleva a esforzarse por quedar bien con Dios y con el diablo, pero no lo consigue. Sin embargo, tiene a su favor que es el fiel reflejo de los deseos de gran parte de nuestra sociedad: ser socialista y oler a Loewe.
Publicado por: Lila | viernes, 20 abril 2007 en 09:14