Una escena entrañable: la soldado británica Faye Turney libre, con su hijita sonriente en brazos, tras dos semanas de detención por el régimen de los ayatolás, esos que lapidan a adúlteras, ahorcan gays, y que parecen ahora bondadosos humanistas.
Fue capturada en alta mar en una misión de inteligencia en la que sus artes de trabajo eran, obviamente, las armas. Dice que los iraníes la aterrorizaron obligándola a desnudarse mientras hacían como que iban a fusilarla.
Periódicos y televisiones nos la muestran. Recuerda las maternidades renacentistas. Una Virgen-madre amorosa con su bebé. Dulce y pacífica, alejada de la guerra. Pero a esta mamá le pagan por enfrentarse a vida o muerte a un enemigo y por resistir presiones y torturas si la hacen prisionera.
Y si la matan será un accidente de trabajo por el que su hijita e incluso a su marido recibirán una pensión que puede durarles toda su vida.
Mucha gente se enrola en los ejércitos profesionales con la idea de que son oenegés, congregaciones de buenos samaritanos cuyas ametralladoras sólo sirven para disparar al aire festejando que sacan a una ancianita de un río desbordado.
La publicidad para alistar soldados en los ejércitos no exhibe imágenes de muertos en combate. Promete sueldo, profesión en la vida civil y nacionalidad para los extranjeros.
Se muestra como ayudan a los niños, y eso gusta tanto que hasta las soldados –soldada es el sueldo-- se permiten hacerse madres de familia, como Faye Turney, sin pensar que en su oficio pueden dejar huérfanos a muchos hijos: los propios, y los del enemigo.
Todos los gobiernos, y especialmente el actual español, se niegan a decir que la primera misión de los soldados profesionales es combatir, matar y morir. Matar y morir.
Vuelvo a darle la razón, y a decir que hay que prepararse, porque vienen a por nosotros, y si no que se vea lo de Argelia y Marruecos.
Publicado por: Argemiro Souto | jueves, 12 abril 2007 en 09:36