Quien tenga un receptor de televisión por satélite y siga los canales informativos de muchos países descubrirá que los dirigentes más sabios, activos y audaces del planeta son los que rigen las Comunidades Autónomas españolas.
Hay que ver sus canales regionales. Nos señalan la excepcionalidad de los presidentes de Andalucía, Cataluña, Euskadi, Galicia, Madrid –aquí, presidenta--, sólo por nombrar las cadenas más antiguas.
Sus informativos muestran que estos próceres gobernarían este mundo, o mejor aún, el Universo Interplanetario, con sabiduría inaudita. Ellos lo resuelven todo, proclaman sus arrobados locutores.
Sería lógico que los países con problemas económicos o sociales los llamen para que les contagien su sapiencia como si fueran oenegés de la sabiduría.
Y asombra que haya un ramillete de genios palpables tan cercanos de nosotros: Cháves, Montilla, Touriño, Ibarretxe, Aguirre, Adán Martín…
Los hay socialistas, nacionalistas y populares. Para sus funcionarios el mundo podría funcionar sin Bush, Putin o Blair, pero no sin ellos.
Véales cortando cintas. Algunos abren la misma obra todas las semanas. El mejor es Cháves, que ha inaugurado un ambulatorio varias veces. Hoy inaugura una camilla, mañana una jeringuilla, luego una radiografía, y así puede estar eternamente.
Ondean los colores y suena el himno regional. Bueno, ahora hay que decir que Banderas e Himnos Nacionales, porque toda región es Nación.
Inauguran diez veces la misma escuela, igual estación de autobuses, diez metros de carretera, un charco con patito de goma, una bañera. Madrid es otra cosa, pero por poco tiempo.
Hay quien habla de cerrar las televisiones autonómicas por manipuladoras. Y no, todo lo contrario: hay que abrir más para hacer feliz al pueblo.
“¡Denles NODO, denles más NODO!”, ordenaba el Caudillo, gran inaugurador y guionista de cine de raza.
No lo olvide, paisano: "En el país de ciegos el tuerto es rey". Y vivimos en una sociedad de estrábicos. Nos hacen creer que miran los problemas de frente cuando sus ojos se desplazan hacia el punto que les conviene. Lo mismo hacen muchos ciudadanos, cuando se enteran de alguna actuación arbitraria de los gobiernos, buscan una terraza, piden una caña y se colocan las gafas de sol. La mediocridad, amigo mío, no nos preocupa ser mediocres y cobardes, al contrario. Tiramos al suelo las colillas del cenicero del coche y dejamos de regalo la caca de los perros porque "para eso pagamos impuestos", permitimos las ofensas de los nacionalistas" porque "me da igual, que sean lo que quieran", aplaudimos a la ministra de educación porque "al fin se han dado cuenta de que estudiar después del botellón es muy cansado".
Publicado por: Lila | viernes, 27 abril 2007 en 11:12