La Europa pacifista tiende a olvidar que EE.UU. es un país en permanente construcción, de aventureros fronterizos en este planeta y en el espacio, desfacedor de entuertos a veces tan loco como Don Quijote, y en el que poseer armas es un derecho, una libertad constitucional.
Aunque su venta está muy liberalizada, la gente no suele portarlas ni anda a tiros por las calles. Y ninguna discrepancia ideológica hace pensar que podrían usarse en una posible guerra civil, como en otros países.
Sus malhechores tienen pistolas y metralletas. Parecidos a los que llegan crecientemente a España desde zonas muy violentas. Y aunque muchos estadounidenses rechazan poseer estos artilugios, otros creen que si los delincuentes los usan, ellos tienen derecho a defenderse respondiéndoles.
No es que esa gente recele del la ley o de la policía. Es que confía más en si misma. Es individualista: “Mi libertad es mía”.
Sorprende en Europa que cuando un loco como Cho Suen-Hui mata en la Viginia Tech a 32 de sus compañeros y profesores, su armero diga que la masacre se debió a que no había más alumnos también armados para matarlo a él tras el primer o segundo asesinato.
Sociedad brutal, país de bárbaros, dictaminamos. De acuerdo. Pero a la vez, sus artes, universidades y oportunidades son lo que los extranjeros admiran y envidian. Y su ciencia, nos cura, y sus máquinas e inventos nos hacen la vida confortable.
Europa, protagonista de las peores masacres e ideologías más brutales de la historia humana, tiene poco que enseñarle a EE.UU. Sólo en el último siglo causó guerras innumerables, el holocausto y aterrorizó al mundo con el nazismo, fascismo y comunismo.
La actual libertad europea se debe a las intervenciones estadounidenses contra el nazismo, conteniendo a Stalin, provocando la caída del muro de Berlín o acabando con los genocidios de Milosevic.
Y los españoles dejémonos de la moralina que disimula nuestra ignorancia sobre otras sociedades y recordemos las guerras civiles, la dictadura, el terrorismo, Puerto Hurraco, los asesinos en serie como “El Arropiero”, condenado por 48 asesinatos aunque quizás cometió cientos, y a las mujeres liquidadas diariamente.
Vivo en USA, en New York, las posibilidades de que te hinchen a palos en una pelea en un bar son muy inferiores a las que viví en España. Es muy difícil que alguien se pelee contigo por una discusión de tráfico (a excepción de los latinos), y en las casas se vive con un nivel de seguridad y tranquilidad que cuando llegue aquí creía (y lo digo sin exagerar) que estaba en otro planeta. En tres años y medio no he abierto una sola casa que tenga puerta blindada, y además si alguien viera la puerta que cierra la mía (y vivo en Queens, en una zona un poco mala) se moriría de risa, una patada y tabique al suelo. Simplemente, “aquí no pasa nada”, y es así. La gente fuera de la ciudad vive en preciosas casas sin rejas en las ventanas, y con todo acristalado, es muy, muy fácil poder entrar en ellas, y nunca pasa nada.... en serio es un país muy seguro. Si alguien quiere que me mande un email y le envío fotos para que me crea.
Pero eso sí, cuando pasa, pasa de verdad (como en todas partes). Por desgracia las posibilidades de tener locos así aquí son más grandes con una población tan grande y una cultura de armas, pero eso sí, y es cierto, que el poder tener un arma y el poder defenderte con ella en tu propio hogar, hace de este país un lugar seguro y tranquilo para vivir y para dormir. Si no fuera así, de otra manera no se podría.
Además la Justicia, y los Policías se esfuerzan mucho en cumplir con su trabajo y con su deber, y mantienen las calles bastante limpias. En New York, hay casi 38,000 policías. Y mucha gente coopera con ellos como policías voluntarios, que de uniforme patrullan apoyando a los policías. Es un país donde la seguridad es muy valorada. Habría que estar aquí unas semanas para hablar de ellos y conocerles.
Publicado por: Gaspar Payá | miércoles, 25 abril 2007 en 07:27