Para promocionar la cultura regional el Gobierno extremeño publicó hace algún tiempo un catálogo fotográfico que convierte la iconografía cristiana en pornografía.
Pero sólo ahora ha aparecido el caso con gran profusión en los medios informativos, coincidiendo con el anuncio de que la Generalitat presidida por Montilla ha decidido subvencionar el cine pornográfico que esté en catalán.
El libro extremeño transforma conocidas estampas religiosas en escenas exhibicionistas de actos sexuales, fáciles y muy elementales. Cero imaginación: sólo hay que desnudar a las figuras, ponerlas a hacer procacidades y fotografiarlas. Una grosería de las que se le ocurren a los iconoclastas cuando están de borrachera, ja, ja, ja, para escandalizar.
El cine pagado por la Generalitat usa mujeres como producto-basura que sólo hablan con gemidos y ayes, que en catalán deben ser sumamente nacionalistas.
Ambas producciones se presentan como arte y cultura para cargarle la factura a los ciudadanos. Como los políticos que administran los fondos públicos generalmente tienen bajísima formación académica, no distinguen la cochambre de la belleza, lo repugnante de lo delicado, lo patán de lo inteligente.
Y no se trata de hacerle aquí un juicio moral o religioso al libro o al cine, sino ético y estético. Ético, por malgastar el presupuesto público en poluciones de heces mentales. Y estético, porque como arte muestran lo bajo que puede caer el término.
En cualquier país libre se elaboran productos similares. Pero sin subvenciones de los gobiernos locales, regionales o del Estado.
España cultiva oficialmente la escatología. Prefiere el chiste verde al humor sutil. Enaltece la grosería y lo hediondo. Óiganse canciones, diálogos, chistes, en el cine y la televisión patrias: sólo hay bazofia para ocultar la ausencia de talento. Se desprecia toda cultura, creatividad, ingenio y calidad, y se enaltecen las anomalías más pedestres.
Muchas estructuras del país están dominadas por gente zafia y soez que en lugar de mejorarlo lo empeoran usando fondos estatales para subvencionar a quien más lo degrade. En España, cada metro cuadrado contiene su caca de perro.
Lo triste es que los que antes clamaban por el respeto al Islam ahora dirán que prima la libertad de expresión.
Publicado por: Capitán Trueno | viernes, 16 marzo 2007 en 10:47