La fotografía de José Ignacio de Juana Chaos en calzoncillos, delgado e inmovilizado en una cama hospitalaria para que no retire de la nariz la sonda con la que lo alimentan debería inspirar piedad, pero a muchas personas decentes sólo les provoca repulsión.
Porque su mirada no transmite el sufrimiento de quien está en huelga de hambre, sino odio y rabia. La misma expresión con la que exterminó a veinticinco seres humanos.
Asesinaba con ese rostro, pero después adquiría grasienta sonrisa de tragón. Tras cada crimen se daba un gran banquete: culminaba con comilonas y champaña.
Quien observe atentamente estas fotos de De Juana descubrirá el rostro de la maldad humana. Los sentimientos modelan los rostros y el de este hombre no es el de un agónico moribundo de grandes ojos saltones como los de los judíos supervivientes de los campos de concentración, que es lo que él quiere parecer.
Recuerda más a un anoréxico cargado de ira. Su cuerpo: como el de una de esas modelos a las que tienen que atar, igual que a él, para que no se maten de hambre.
A este hombre pueden engordarlo, si quieren, para que su imagen no moleste a los que olvidan su pasado y se niegan a aceptar que si quiere matarse no cometerá nada más que el asesinato veintiséis.
A dónde puede llevar el odio enfermizo de quien se hace parte de unos falsos agravios hacia un pueblo vasco al que, además, ni por su sangre ni por la de sus antepasados pertenece.
Odia, odia, odia. El odio le daba de comer y el odio le priva de comida. Comida, igual a muerte.
Según la Academia, un monstruo es una “persona muy cruel y perversa”. Los monstruos existen. Este es uno.
A mi el chulo este del Juana por mi que se muera, que mire amenazadoramente a su P*** M****.
Ahora lo que yo quiero saber y me preocupa, es como leche estando vigilado e incomunicado como se supone que esta, pudieron unos periodistas entrar a su habitación y hacerle una entrevista con fotos.
Quien/es son los responsables?
Publicado por: Sanders | jueves, 08 febrero 2007 en 00:30