Esperanza Aguirre, la presidenta de Madrid, es quien realmente ha ganado popularidad repeliendo el ataque que le lanzaron los dictadores de lo políticamente correcto a su estrella, el escritor y presentador del informativo nocturno de Telemadrid, Fernando Sánchez Dragó.
Las fuerzas de la izquierda más dogmática se alzaron en armas contra el excomunista Dragó por haber dicho provocadoramente en una entrevista que los españoles, especialmente los madrileños, son guarros, y que los inmigrantes ni te digo.
El ataque al escritor pretendía, realmente, dañar a Aguirre, acusándola de usar a este antiguo icono de la izquierda para que le haga propaganda desde su anárquico progresismo actual, ajeno a toda disciplina de partido.
Más sedicioso aún, Dragó había dicho también que no había madrileños, que los habitantes de la ciudad son negros, cobrizos y amarillos.
Expresándose así realzaba una vieja leyenda: que no hay madrileños y que debe hurgarse mucho para encontrar a alguien con abuelos capitalinos.
La consecuencia: lo tacharon de odiar a la ciudad y de ser racista, ignorando que su mujer es asiática, por tanto, amarilla.
Y estas declaraciones locas y chispeantes, acogidas como arma para demoler a Aguirre, provocaron la aparición inesperada de defensores de Dragó, incluso desde la izquierda menos correcta.
Una protección que incitaba a la presidenta a mantenerlo como bandera liberadora e iconoclasta, que era lo que Dragó y la izquierda representaban durante el franquismo.
Y hábilmente apareció Aguirre defendiéndolo, preservando la libertad de prensa, de pensamiento, el derecho a la incorrección política.
Lo que debe llevar a un análisis profundo es la transmutación experimentada por las ideologías: del “Socialismo es libertad” del pasado a que Esperanza Aguirre pueda proclamar “Derecha es libertad”. Tremendo cambio.
Esta mujer es un fenómeno de creciente interés, mucho más sorprendente que los líderes de su partido…, y del PSOE.
Inagotable, inaugura líneas de metro, escuelas, hospitales, sale pimpante de accidentes de helicóptero y le roba a la izquierda la palabra libertad.
Su hiperactividad y su lenguaje medido, pero también provocativo, están haciéndola tan estrella mediática como el mismo Dragó.
Dudo que alguna vez socialismo haya significado libertad, más allá del slogan.
Aunque de slogans y medios la izquierda sabe mucho. Ahí se mueve bien. No está mal un Sánchez Dragó para meter el dedo en el ojo a esa izquierda tan siniestra.
Publicado por: Persio | martes, 27 febrero 2007 en 09:48