Quienes toman decisiones sin estudiar sus antecedentes y consecuentes guiados por su instinto o porque creen conocer fórmulas mágicas para resolver todos los problemas, puede que acierten alguna vez, pero lo normal es que se estrellen muchas y que traigan la desgracia a su alrededor.
La recusación de un magistrado del Tribunal Constitucional y la cadena de crisis institucionales que arrastra, que dañan a la propia Constitución y a la estructura del Estado, nace de esas genialidades irreflexivas.
Su creador había tenido un inesperado golpe de feliz inspiración ordenando retirar las tropas españolas de Irak. Genialidad que lo invitó a tomar nuevas decisiones arriesgadas.
Y en un mitin posterior en el que se fue calentando, elevándose gracias a su admiración por su propio poder, exclamó, ya en éxtasis: “Pasqual, te lo prometo, apoyaré el Estatuto que apruebe el Parlamento de Cataluña”.
Y Maragall se agarró a la palabra como un pitbull a su presa. Y sacó el proyecto de una nación mítica, bastante cursi y casi independiente.
Constitucionalmente deberían haberlo devuelto al Parlament catalán. Pero la palabra empeñada hizo que quedara la chapuza fundamental, aunque algo mutilada en las Cortes.
No lo suficiente. Como dice el profesor Sosa Wagner, que le enseñó constitucionalismo al hombre de las genialidades, “nos lleva al confederalismo, a un desastre como el del imperio austrohúngaro, la URSS o todo lo que pretenda ser una disparatada la nación de naciones”.
Genialidades: su fabricante las lanza constantemente vendiéndole aviones invendibles al neodictador Chávez, o con ingenuas alianzas de civilizaciones despreciadas por los países civilizados.
Golpes de osadía: con ellos, España pierde Endesa aunque sus accionistas ganan, se somete a una humillante negociación con ETA, y nombra ministro de Justicia a alguien enfrentado agriamente con gran parte de la judicatura.
Todo, porque para mantener las endorfinas del cerebro produciendo placer hay que fabricar genialidades. Un caso para el estudio de los clínicos.
Me apropio de su neologismo de ENDORFINÓMANO. Me parece un hallazgo y un enorme acierto aplicándosele a ZiPiZaPe
Publicado por: Anna Castelló | viernes, 09 febrero 2007 en 01:29