Conversos españoles al islam quieren edificar en Córdoba la segunda mezquita más grande del mundo, pero no con su dinero, que no lo tienen, sino con el de las riquísimas dictaduras islámicas, intención que puede aplaudirse si permiten construir santuarios de otras religiones en los países musulmanes que financiarán ese centro islámico.
Quid pro quo. Reciprocidad. La base de la diplomacia y de los negocios terrenos y divinos. Mezquita por iglesia. Mezquitas por templos católicos, protestantes, budistas, judíos o ateneos ateos para quien quiera difundir la inexistencia de Dios.
Reciprocidad: Franco prohibía cultos no católicos, menos el islámico, hasta 1967. Como respuesta, los países de influencia protestante, especialmente EE.UU., rechazaron contribuir a la reconstrucción de España con planes como el Marshall, aunque comerciaban y tenían bases militares aquí como protección frente a la URSS.
No puede haber tolerancia con los intolerantes: sí a la monumental mezquita en Medina Azahara pagada con dinero de gobiernos, no por humildes creyentes. Pero sólo si La Meca, Medina, Qom y demás lugares del mundo islámico aceptan libremente templos de cualquier creencia y origen monetario.
Libertad de cultos. Libertad para el ateísmo. Libertad de pensamiento. Si lo impiden, Eurabia y el imperialismo religioso musulmán no son bienvenidos. No a Andalurabia.
Como tampoco puede tolerarse que sean condenados a muerte y ejecutados por apostasía, como ocurre ahora, los musulmanes que se convierten al cristianismo o a otras creencias.
En este momento hay numerosos cristianos presos y en peligro de muerte en diferentes países de los que pagarán la nueva mezquita de Córdoba.
Cuyos gobiernos han apoyado entusiásticamente este lunes en Nueva York la propuesta de Alianza de Civilizaciones de Zapatero, para que les haga concesiones en España. Iniciativa que, por cierto, no ha merecido ni una sola línea en los grandes diarios mundiales.
Quid pro quo. Legíslese. Reciprocidad. Y si no, no. No a una mezquita construida con dinero de estados fanáticos –es necesario insistir en que no son los fieles los que hacen estos palacios--. Estados que matan las libertades que exigen gozar aquí. Comercio, sí, abandono de nuestros principios democráticos, no.
Mezquita, no. Ni siquiera hacer falta justificarlo como hace el sr. Molares Do Val.
No queremos. Punto.
Publicado por: Anandryne | viernes, 22 diciembre 2006 en 00:36