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viernes, 08 diciembre 2006

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Pese a la distancia nuestra dirigencia política tiene semejanzas en esta suerte de paternalismos protectores. Claro que aún no han cargado contra las hamburguesas, tal vez por el riesgo de someterse a una rebelión inédita, pero sí pretenden obligar a los bistrós a exhibir -y por supuesto a elaborar- un menú light, diet, bajo en calorías y con cero colesterol, uno de los proyectos más recientes en la legislatura de Buenos Aires.

Vaya uno a saber lo que pasa por la cabeza de nuestros anoréxicos representantes -si es que realmente nos representan- cuando intentan preservar la salud de quienes, pasados en kilos, van dejando su integridad debajo del mantel a cambio de los placeres pecaminosos de grasas, fritos, embutidos y alcoholes.

Como si uno no fuera capaz de cuidarse a si mismo, estas circunstancias son harto indignantes por la subestima que suponen. Tengo la intuición de que esta corriente paternalista es global y, en todo caso, para nada casual. Tal vez lo que se intenta con este tan peculiar modo de "protegernos" es socavar voluntades y conducirnos como si fuéramos ganado con silueta de manequí.

Modestia aparte, discrepo en el gusto por la hamburguesa acompañada con el tintorro; a mi me sabe mejor con una cola light, y en esto nada tiene que ver nuestro Ministro de Salud Pública, aclaro. El tinto lo dejo para un buen cocido, mal que les pese a los puristas.

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