Quien siga los vaivenes internacionales de Rodríguez Zapatero se asombra con sus iniciativas de bondad candorosa y repentina, adoptadas sin reflexión sobre cómo se verán en otros países.
Ese carácter instintivo lo ha llevado a frecuentes choques con los aliados: Blair, Bush, Angela Merkel, Sarkozy, Barroso… Larga lista, igual que la de sus coqueteos y halagos con tiranos como Obiang, Castro o Jatami, o con populistas pintorescos o fanáticos, como Chávez, Morales, Kirchner, Erdogan…
Ahora, acaba de idear un programa de paz para Oriente Medio, con Francia dándole el sí con su habitual zorrería comercial-diplomática, y pidiéndole a Italia que se le una.
Ay, Italia: país que continúa con sus tropas en Irak igual que estaban las españolas. Qué contradicción: RZ quiere conseguir la paz con la ayuda de una nación agresora, según él, en la guerra iraquí.
Luego, está Israel, concernido por su plan. Lo consideró una bobada: “Cualquiera dice que para detener la guerra hay que hacer la paz. Claro, ¡la típica frase de tertulia de cafetería!”
Hay españoles que se creen que RZ es mundialmente escuchado. Gente que detestaba a su predecesor, José María Aznar, un tipo sin gracia, soberbio y belicoso.
Pero que sí era respetado, mientras pocos honran a quien evoca la paz pero no la libertad ni la dignidad. Porque RZ plantea así su Alianza de Civilizaciones, un proyecto romántico, si no fuera trágico, que apoya y justifica a las dictaduras teocráticas.
Paz sin libertad: al eslogan franquista de 1964, al cumplirse los “25 años de Paz”. Propaganda que santificaba a Franco. Zapatero tenía cuatro añitos entonces: quizás conserva fijaciones infantiles.
Los israelíes conocen bien a los españoles al decir que la paz de RZ es esa calenturienta idea que tanto se da aquí entre quienes se han bebido la bodega de la tasca para discutir cómo arreglar el mundo.
---------------------------------
LECTURA RECOMENDADA
Diari de Tarragona
No aprenden
Pere Bonnín
Piensen por un momento qué ocurriría o cuál sería su reacción si el primer ministro israelí, Ehud Olmert, se encasquetase una chapela vasca y enarbolase la serpiente enroscada, símbolo de ETA, en una fotografía que diese la vuelta al mundo; se compinchase luego con Kofi Annan y ambos dijeran al mundo que la culpa de que suframos ataques terroristas etarras e islamistas es sólo de España, porque por un lado está violando los derechos inalienables del Pueblo Vasco y por otro no devuelve Al-Andalus, arrebatado violentamente a los árabes; finalmente, sin consultarlo previamente con el Gobierno español, presentase un plan de paz que, de ponerse en práctica, desmembraría España dejándola reducida al antiguo territorio de la Corona de Castilla. No quiero ni imaginar la reacción furibunda del Gobierno ni la sarta de insultos de la prensa española contra el israelí que se entromete en los asuntos de España y, encima, a favor de las tesis de los terroristas.
Olmert, sin ser brillante, no es estúpido y jamás haría eso. Sin embargo, es precisamente lo que ha hecho el primer ministro de la Corona española. Después de fotografiarse con la servilleta a cuadros, símbolo de los terroristas palestinos (ellos llaman resistencia al terrorismo, igual que los etarras) y de condenar a Israel por defenderse de las bombas humanas y de los Kassam, presenta un plan de paz que de inmediato firmaría Ajmadineyad, el hitlerito iraní que quiere borrar del mapa al Estado de Israel y a los judíos. No en vano el plan ha sido aplaudido por Abbas y por Hamás, así como por la Francia de Chirac, cuyo embajador se refirió a Israel como “un pequeño país de mierda” y cuyos oficiales de la UNIFIL hacen la vista gorda permitiendo que Hizbalá se rearme.
El Gobierno y la prensa de Israel han reaccionado con suma moderación e inteligencia a la intromisión española. Sólo se han permitido la ironía de decir que el plan de paz de Zapatero-Moratinos es fruto de una charla de café. Miren ustedes, no vale la pena enfadarse. Ya se sabe que los españoles, entre toreo, zapateado y baile flamenco, llenan el cuerpo de finos y son capaces de cualquier chirigota. ¡Qué viiiivaaa Espaaaañññaaaa!
Esto me recuerda el sofoco que pasé en Viena cuando Marcelino Oreja, ministro de UCD, vino a presentar su flamante plan de paz español con gran contento del representante palestino ante los organismos internacionales con sede en la capital austriaca. Este último, miembro de Abu Nidal, fue expulsado más tarde del país y declarado persona non grata tras haber sido descubierto su complot para asesinar en Salzburgo al presidente egipcio Anwar el-Sadat por haber firmado la paz con Israel.
El ministro de Asuntos Extgeriores español se atribuía facultades mediadoras entre árabes e israelíes, sin que España hubiese reconocido la existencia de Israel. El embajador israelí me dijo: “No veo cómo su país puede mediar con alguien que no existe.” Es que no aprenden.
Su última frase condensa maravillosamente la situación y la forma de actuar de Zapatero:
"Los israelíes conocen bien a los españoles al decir que la paz de RZ es esa calenturienta idea que tanto se da aquí entre quienes se han bebido la bodega de la tasca para discutir cómo arreglar el mundo"
Muy bien, Sr. Molares do Val
Publicado por: Carles | lunes, 20 noviembre 2006 en 01:04