Todos hemos conocido a alguna persona lozana, que irradiaba salud, y que un día murió de repente. La autopsia reveló que aquél cuerpo estaba carcomido por un mal interno indetectable.
Algo parecido puede estar ocurriéndole ahora a la economía de muchos españoles que sufren una grave crisis económica, pero que no se atreven a decir “a mí me va muy mal” porque la información oficial habla de gran prosperidad y sólo los tontos pueden estar arruinados.
Medio país se autoflagela en las televisiones contando sus miserias morales, pero nadie se atreve a reconocer que vive peor, por ejemplo, que antes de la sustitución de la peseta por el euro: oculta la pobreza como un baldón para el honor, como en épocas imperiales.
Su usted trabaja en un banco o en una caja de ahorros sabe de lo que escribe el cronista: hay ahora más cuentas en números rojos que nunca, y mayor número de gente que no sabe cómo pagará su supervivencia. Personas decentes, se entiende.
Es cierto que vivimos en una máquina de movimiento consumista uniformemente acelerado. Cargados de créditos e hipotecas que poco a poco suben los intereses y obligan a abonar más de lo que se gana.
Pero, además, hay incongruencias que nadie explica: se estará en el 2,5 por ciento de inflación anual, de acuerdo, pero desde hace seis años los sueldos han subido, en moneda constante, hasta cuatro veces menos que los principales productos de primera necesidad.
Hay una crisis oculta que no permanecerá en silencio durante mucho más tiempo. Y antes de que empiece a hablarse de ella, deberíamos imaginarnos qué puede pasar cuando comience a subir el desempleo entre clases sin protección social ni subvenciones, como numerosos jóvenes y, sobre todo, entre los inmigrantes.
ESO MISMO PENSABA YO, PERO NADIE LO, ESCRIBE. HAY UNA CRISIS MUY GORDA, Y LA GENTE DE MI CONFIANZA COINCIDE CONMIGO EN DECIRLO.
Publicado por: Carles | lunes, 27 noviembre 2006 en 01:51