La caída de los dioses menores deja siempre un rastro de amargura porque se ve como, abatidos por la fatalidad, pierden la brillantez que le transmitían a los humanos.
Como Helios, el Sol, cuando se apaga porque Heracles le dispara flechas y le exige, para no seguir hiriéndolo, la capa dorada con la que cruza los mares por la noche. Helios oscurecido, como este dios menor terrenal que es David Beckham.
Que era en su Inglaterra un dios mayor. Lo apreciaban por honrado, simpático, buen futbolista, ejemplar de la belleza clásica, un Apolo que también era el rey Midas, porque convertía en oro lo que tocaba.
Hasta las minorías raciales se proyectaban en él, como la niña india que decidía hacerse futbolista en “Quiero ser como Beckham”, filmada hace solamente cuatro años.
Quiso entrar en el Olimpo de los grandes dioses, que en aquél momento era el Real Madrid, reciente ganador de tres copas de Europa. Y renunciando a parte de sus ingresos emigró a España con sus hijos y su mujer, Victoria Adams, antigua componente de las Spice Girls.
Cambiaron su mundo glamoroso, sus amigos célebres, las fiestas londinenses y su pretencioso Beckingham Palace (el de la monarquía es el Buckingham) por un lugar extraño, del que desconocían el idioma y las costumbres.
El Olimpo no existía. La pléyade de “jugadores galácticos” era un conjunto de perdedores. Beckham fue apagándose. Ahora, a sus 30 años, es reserva en el Madrid y no lo convoca la Selección inglesa.
No es un juguete roto, como esos pequeños dioses que deambulan destruidos por sus torpezas, pero sin haber cometido errores su luz va apagándose.
Beckham ya no es un dios menor importante y está triste, frustrado, y desconcertado. Da pena, sí. Verlo ahora recuerda el triunfo de Heracles para provocar el ocaso de Helios, o quizás el de Ícaro volando hacia Helios.
Me encanta cuando de vez en cuando deja política y habla de seres humanos con su delicadeza y profunda sensibilidad. No sabía nada de este futbolista, pero he visto al dios menor y su sufrimiento. Más aún siendo yo una amante de la mitología.
Publicado por: Isabel Cortés | lunes, 30 octubre 2006 en 18:14