Los políticos y numerosos medios informativos difunden incansablemente que las mafias y el hambre alimentan las oleadas de inmigrantes ilegales africanos que llegan a España.
Pero no hay mafias. Sólo pequeños grupos locales de carpinteros de ribera, constructores de pateras o cayucos, y pescadores con nociones de navegación y mantenimiento de motores. Con tarifas bastante razonables.
Y tampoco huyen del hambre, sino de una pobreza como la que se sufría en Europa hace pocas generaciones. Observe usted las imágenes. Si no padecen alguna enfermedad grave, son gentes fuertes y aceptablemente nutridas, como afirman los médicos que los atienden al llegar. Por tanto, lo que buscan es algo diferente a una dieta.
Esperan, como todos los emigrantes de la historia no empujados por el apetito, nuevas oportunidades. A los seres de sangre caliente, incluidos los humanos, nos atrae especialmente la luz, transformar la noche en día, una vida material e intelectualmente más rica, y Europa es luminosa, colorista, opulenta y libre: un paraíso, como ven en televisión
Europa da ropa, comida, dinero y, frecuentemente, alojamiento a quien la aborda. Se deja raptar. Una familia polígama e inmigrante en Francia puede obtener 3.000 euros mensuales sin trabajar ni buscar trabajo.
En España el presidente del Gobierno saluda afectuosamente a quienes han transgredido las leyes que él debe defender: ya puede amenazar la vicepresidenta con deportaciones, que tarde o temprano regularizará a los indocumentados.
Mientras, la Unión Europea es reticente con España por dos razones principales: por legalizar, pese a la oposición de Bruselas, a casi un millón de inmigrantes –muchos de los cuales ya cobran ahora el desempleo--, y por rechazar radicalmente el proyecto germano-británico de establecer en África campamentos a los que devolver a los indocumentados hasta que puedan ser aceptados en Europa.
El problema que tenemos es que nos gusta quedar bien ante todo el mundo. El tema africano está tomando el cariz de una invasión y con el tema musulmán estamos permitiendo una bomba de relojería.
Probablemente cuando tomemos conciencia que hay que defenderse, será demasiado tarde.
Es una cuestión de supervivencia: si queremos mantener nuestro status actual, hay que ser duro con la inmigración ilegal y hacer ver a esa gente que si viene ilegalmente a Europa, las condiciones pueden ser peores que las que tienen en su país.
Por supuesto, los que delinquen que cumplan las condenas en su país de origen, aunque tengamos que pagarles la manuntención.
Publicado por: Framk | domingo, 10 septiembre 2006 en 12:13