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domingo, 20 agosto 2006

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Asunción García, la mujer de Jiménez-Becerril, era procuradora de los tribunales.
La noche en que los asesinaron, llevaba en las manos tres rosas blancas para sus hijos, ya que al día siguiente era el Día de la Paz y les habían encargado en el colegio que las llevara.

Cada vez que voy al Colegio de Procuradores de Sevilla, veo su buzón, clausurado para siempre con una placa conmemorativa. Nunca otro procurador podrá usarlo.
Nunca he conocido ese buzón abierto, nuestros tiempos no coincidieron. Desde el primer día que entré en el Colegio, he visto esa placa.
Eta es una herida que desgarra el costado de toda España, de toda la sociedad. Aquí no hay nadie que no tenga nada que decir respecto a ese "diálogo"; nadie debe permanecer calladoo; todos debemos ser escuchados.
Y si ese miserable está en huelga de hambre, la pena es que aquí no se haga como en ese Reino Unido al que tanto apelan para hablar de Irlanda y se le deje reventar en la cárcel.

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