Solamente con dos ideas usted mismo puede construir su propia nación y exhibirla en el mercado internacional o, al menos, en el estatal, para reclamar la autodeterminación, incluso la independencia.
El método se extrae de un discurso de Francisco Jorquera, coordinador de la Ejecutiva del Bloque Nacionalista Gallego (BNG), en el que explica cómo conseguir que unos ciudadanos poco nacionalistas, como los gallegos, exijan crear una nación cuya existencia no se les había ocurrido antes.
Envuelto en entusiasmo patriótico, Jorquera desveló las entrañas del invento:
1.- Se requiere profundizar en la autonomía, pero entendida como un “proceso” en el que los futuros nacionales adquieran una “conciencia de que son un pueblo diferenciado” .
2.- Lograda esa creencia diferencial, se construye la “conciencia política como nación”.
Es decir, hay que buscar, cultivar y establecer incompatibilidades con los demás. Luego, debe crearse la conciencia de que es necesario establecer una nación basada en esas diferencias que antes pasaban desapercibidas.
Las nacionalidades históricas asientan los contrastes en que poseen un idioma autóctono, aunque en el caso vasco también haya apellidos y Rh, pero el proyecto Jorquera permite que cualquier acento como el andalú que proponen los llamados andalusíes, sirva para cultivar discrepancias. Los gallegos podrían agudizar su particularismo apelando a sus originales incendios forestales, por ejemplo.
Conseguida así la “conciencia de pueblo diferenciado” se puede presionar hasta alcanzar la autodeterminación, previa a la independencia.
Jorquera no lo propone, pero los nacionalistas más extremistas podrían usar algún acto violento para acelerar, como ETA, la construcción de la “conciencia política como nación”.
Obviamente, los demócratas creadores de la nacionalidad no agitarán el terrorismo, pero recogerán sus nueces condenando esa protesta extremista, pero aclarando que es contra los fascistas y centralistas que bloquean la emancipación.
Podrá surgir una nación con conceptos tan inconsistentes?... Si por nación entendiéramos las diferencias de acento, dialectos y porqué no?, hasta culinarias; y ello fundara la necesidad de multiplicar autonomías basadas en la incompatibilidad de costumbres, el globo terminará volviendo al concepto de aldea o feudos.
En nuestro caso, la Argentina presenta diversidades que van desde el habla hasta el clima. Si privilegiáramos autonomías quebraríamos el complejo concepto de nación, que aún hoy no hemos alcanzado plenamente.
Corren tiempos de vaciedad intelectual, obviamente.
Publicado por: Hang Tucker | viernes, 18 agosto 2006 en 15:49