Ahora que España es nación de naciones, los líderes de cada una, y los de cada provincia y pueblo independentistas, deberían imitar a Cerro Belmonte para alcanzar la soberanía, incrementar su riqueza y lograr que Fidel Castro los homenajee como grandes revolucionarios.
Cerro Belmonte es ese barrio madrileño cuyos habitantes se proclamaron Estado Independiente en 1988, gracias a lo que obtuvieron, rápidamente, dinero y honores.
La historia empezó cuando 125 familias del Cerro crearon su bandera, carné de identidad, himno nacional y fronteras para protestar contra la expropiación forzosa y especuladora de sus terrenos por el Ayuntamiento de Madrid.
La prensa internacional divulgó su Declaración de Independencia, la asombrosa aparición de separatistas madrileños, quizás similares a los nacionalistas vascos. Que incluso pidieron su ingreso en la ONU, como quiere hacer Ibarretxe con Euskadi
Los corresponsales no sabía que los independentismos en España mezclan la codicia de los dirigentes para incrementar su patrimonio, y su romántico deseo de que se reconozcan sus territorios como los más bonitos del mundo.
Los cerrobelmonteños representaban ambas apetencias: el ayuntamiento les pagaba miserablemente las expropiaciones y había herido su señorial orgullo declarando ruinosas sus casitas, que ellos llamaban chalés.
Y tras declararse independientes ante el mundo, dieron media vuelta de tuerca y le pidieron asilo político a Castro.
Y Fidel y el alcalde picaron: el dictador les ofreció residencia y casas en Cuba. Hasta se los llevó de lujosas vacaciones durante un mes. El alcalde tuvo que incrementar enormemente las indemnizaciones.
Al final, todos felices. Quizás Fidel, no, porque resultó el ingenuo que creyó tratar con revolucionarios y no con listos madrileños que quería más dinero y presumir de que sus destartaladas casitas bajas eran casi los chalés de la cercana Puerta de Hierro, donde viven los multiomillonarios: los vecinos de Cerro Belmonte poseían, ciertamente, las esencias del nacionalismo.
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CASO BONO
Tras la sentencia condenatoria contran tres polícías, cabezas de turco que posiblemente se vieron presionados para que detuvieran ilegalmente a dos militantes del PP, es de rigor reproducir la crónica que escribió Arthur Pauling y la nota introductoria que le hizo el autor de este blog, a raíz de estos hechos.
23/01/05
Arthur Pauling: DOS ESPAÑAS ENFRENTADAS
Nota de Manuel Molares do Val:
Mi amigo y viejo compañero en distintos trabajos por el mundo, el periodista estadounidense Arthur Pauling, me ha autorizado a divulgar su visión de la manifestación de ayer, sobre la que escribió una crónica que envió hace unas horas a los medios que distribuyen su trabajo.
Esta versión, para periódicos españoles, es más prolija que la que redactó para los medios en inglés.
DOS ESPAÑAS ENFRENTADAS
Arthur Pauling
Tratemos la manifestación de la Asociación Víctimas del Terrorismo del sábado en Madrid. Desde la lejanía del foráneo, de quien no pertenece a unos u otros, sino que tiene una visión cosmopolita, aunque cercana, de España y de los españoles.
Porque lo que está pasando aquí, entre muchos españoles iracundos, merece un análisis más profundo que la simple acusación a la extrema derecha o a unos descontrolados por los acosos, antes al Gobierno Aznar, y este sábado al ministro José Bono.
Para un observador de la evolución de España este clima de enfrentamiento podría nacer de la distinta importancia que se le dio a las víctimas del terrorismo tras el 11M: los 926 muertos por ETA quedaron relegados por los 192 de los atentados islamistas.
Pilar Manjón, madre de un joven muerto en los trenes de Madrid, surgió como una mártir como nunca lo habían sido las madres de los asesinados por ETA. Con una diferencia: el hijo de la señora Manjón fue víctima de un atentado masivo en el que cualquiera pudo morir. No iban a por él, sino a por cualquiera. Los asesinados por ETA, en su mayoría, eran objetivos buscados, no accidentales.
La manifestación del sábado en Madrid sorprendió a muchos observadores, sobre todo, por su elevada asistencia a pesar de que la escasa información sobre la convocatoria. Numerosos medios ni siquiera la nombraron, como si buscaran su fracaso. En cierta medida, fue boicoteada.
Convocada por la Asociación Víctimas del Terrorismo con el lema “Memoria, Dignidad y Justicia con las Víctimas”, Gregorio Peces-Barba, el Alto Comisario nombrado para atender a estas personas, se negó a asistir al acto, igual que Pilar Manjón, representante de la principal asociación, aunque no la única, de víctimas del 11M.
Dos Españas frente a frente. Y no debe acusarse a una supuesta extrema derecha de haber abucheado y expulsado al ministro de Defensa, porque si fueron de esa ideología quienes lo acosaron, la mayoría de los que estaban alrededor nada hicieron para evitarlo.
No había banderas preconstitucionales. No hubo gritos fascistas. Solo reproches como “sinvergüenza”, “hipócrita”, “caradura” y “traidor”. Dice José Bono que recibió un puñetazo en una costilla, pero quien escribe esta crónica-análisis, que estaba muy cerca de él en aquél momento, no percibió nada más que violencia verbal, aunque también un enorme bochorno en el político.
Que se había salido con la socialista vasca Rosa Díez de la fila los otros políticos, entre ellos los socialistas Jordi Sevilla y Rafael Simancas, a los que nadie molestó quizás porque iban al lado de Ángel Acebes y otros miembros del PP a los que algunos grupos, no todos, corearon.
Sorprendentemente, quienes increpaban a Bono no hacían lo mismo con Rosa Díez, valiente denunciante de todos los que apoyan a ETA. Solo molestaron al ministro. Ella lo defendía y le decía a los increpantes que lo respetaran, que estaba con las víctimas.
Aún más importante, la cadrática vasca Gotzone Mora, también socialista, que circulaba entre los manifestantes, era saludada con gritos de "Valiente", "Heroiza", "Viva Gotzone" .
Bono no explicó el por qué se introdujo entre la gente fuera del grupo en el que estaba. Quizás pensaba recibir un homenaje por su denuncia del caso del Yakolev que ensució al Partido Popular. O no esperaba que hubiera quienes le reprochan que haya eliminado un lema militar de una escuela de suboficiales en Lérida, a demanda de los nacionalistas catalanes.
Quizás no calculara que tendrían su respuesta las manifestaciones previas a las elecciones de marzo y el acoso al Partido Popular por militantes de la izquierda, con golpes y malos tratos a algunos derechistas.
Porque tras aquellos incidentes, ni el PSOE, ni IU, ni los nacionalistas condenaron las agresiones, que narraba con gran vivacidad la cadena SER, aunque atenuando la gravedad de los insultos.
Como si fuera el envés de las manifestaciones contra el Partido Popular tras los atentados del 11M, grupos de exaltados, aunque menos numerosos que sus antecesores, tras expulsar al ministro Bono de la concentración, se manifestaron ante la central de la cadena radiofónica SER acusándola de manipuladora.
Algún día otros harán lo mismo ante la cadena COPE. Ambos grupos tienen presentadores, redactores y colaboradores que excitan los ánimos de los más débiles intelectualmente.
Cuando se polarizan los sentimientos, hoy dan unos, y mañana agredirán los que recibieron antes, y así será perennemente. Y en esta España, en lugar de serenar los ánimos, unos y otros están exaltándolos. Los políticos y muchos medios de comunicación han decidido separar a la ciudadanía en dos bandos: progresistas o reaccionarios. Se trata de que no haya un término medio, un equilibrio, y se está consiguiendo.
Hasta es posible que el creciente fracaso del cine español, salvo excepciones, se deba a que sus representantes solo se manifiestan a favor de las causas que representa el actual Gobierno. No atienden a la otra media España. Tienen un pensamiento único. Los asistentes a la manifestación reclamaban la presencia de intelectuales y artistas españoles, pero de ellos no había la más mínima presencia. Media España probablemente se ha juramentado para no ver cine español.
Al frente de la manifestación iban varias víctimas, entre ellas Irene Villa, una niña a la que le volaron las piernas con una bomba y que quedó tumbada en una calle levantando y bajando los muñones, desangrándose. Le salvó la vida la rápida asistencia médica.
Imágenes de televisión que valieron más que millones de palabras, que muchos discursos y denuncias. El tipo de imágenes que Pilar Manjón pidió que no se diera en los medios informativos, cuando la carnicería que hizo minusválida a la niña, marcó un después para ETA en todo el mundo.
La manifestación concluyó en la Puerta del Sol antes de que salieran los últimos asistentes de la Plaza de Cibeles, a un kilómetro de distancia. Los organizadores pidieron silencio, que se respetara a los políticos y condenaron el acoso a José Bono.
De los portavoces de las víctimas quizás lo mas emotivo fueron dos mujeres. Una, madre de una niña muerta el 11M en los atentados islamistas. Otra Pilar Manjón. Pero serena, con voz firme, pidiendo justicia, aunque también rehabilitación si los asesinos quieren rehabilitarse, arrepentirse del mal producido. Un discurso nada efectista, pero de una incomparable dignidad. Seguramente los medios informativos no hablarán de esta madre que en tres minutos lo dijo todo y no pidió venganza, y mucho menos responsabilidades penales al Gobierno.
Otra mujer fue la viuda del hombre que salvó a un niño de que lo atropellara un camión. Ese niño, de mayor, asesinó a su salvador. Salió de la cárcel y ahora trabaja debajo del piso de la viuda. Y la mira retándola, a ella y a sus hijos.
Se cumplía el décimo aniversario del asesinato en San Sebastián de Gregorio Ordóñez, un joven político del PP, el primer representante electo que mataba ETA. Como sus asesinos, muchos otros pueden salir de la cárcel pronto, y la manifestación pedía que eso no ocurra. La familia Ordóñez aún lee carteles que exigen el pago de la bala que le metieron en la cabeza: “Paga, o devuélvenos la bala”.
La maldad irrita, enfrenta a la gente que debería entenderse. Y ahora hay dos Españas enfrentadas. Nadie le quiso llamar la atención a unos cuando acosaban a los otros, y ahora, si quieren reconducir esta crispación hacia la serenidad los partidos políticos deben exigirle a sus simpatizantes más exaltados que sean comedidos, que con amigos así sobran los contendientes ideológicos.
El Gobierno y las fuerzas de la izquierda deberían recordar los bochornosos ataques al PP durante las elecciones de marzo, en incluso antes, en los casos como el Prestige: la democracia es pacífica, o no es democracia.
La oposición debería analizar que pasó el sábado y dialogar con el Gobierno para hacer un llamamiento conjunto a la serenidad. Porque los ánimos están calentándose demasiado en esta España que hierve a menos de 100 grados.
Exaltar los ánimos o aprovecharse de la exaltación es de ultras, de derechas o de izquierdas, y eso lo están haciendo distintos políticos y medios de comunicación.
23/01/05 | Enlace permanente