Aunque las flores se envuelvan en lenguaje pacifista, no están los tiempos para que haya mujeres autoproclamadas feministas regalándole delicadas rosas a los caballeros, o recordando beaterías que ya eran cursis a mediados del siglo XX.
Quizás por eso fracasó la iniciativa de numerosas actrices progubernamentales de regalar esta semana “rosas blancas por la paz en Euskadi” a la entrada del Parlamento.
Ay, las floristas, galanas actrices, contemporáneas Sara Montiel y su Violetera, podrían vestirse de chulapa y posar para alguna estatuilla como la que colocó Álvarez del Manzano en Madrid.
Un izquierdista antiguo rechazó una flor y proclamó que la mejor rosa era Rosa Díez, y la voz de un diputado gubernamental le gritó “¡Fascista!”.
Que un socialista le llame fascista a quien recuerde a la amenazada y combativa socialista Rosa Díez denuncia el pensamiento dominante en la actual izquierda, cursi, progrefacha y sin ideología, pero “con cintura”, como afirma Rodríguez Zapatero.
Un RZ que recibió gozoso el obsequio, como los nacionalistas, siempre amantes de juegos florales y demás emblemas culturales de los casinos provincianos.
Pero algunos diputados del PSOE, obligados a seguir el ejemplo del jefe, aceptaron avergonzados las flores. Es que hoy, la identificación de la mujer con la flor es ridícula, y una humillante evocación machista del descanso del guerrero fascista y comunista.
Al PP no le gustó el gesto floral porque, recordaron sus diputados, Ana Belén, Charo López, Pilar Bardem o Aitana Sánchez-Gijón, madres de la campaña, nunca se solidarizaron con las víctimas del terrorismo en los festivales cinematográficos de San Sebastián, cuando ETA mataba.
Pero estas estrellas, quizás porque previeron el poco éxito de su iniciativa, no acudieron a repartir sus presentes: la principal donante floral tuvo que ser Berta Ojea, que aparece en películas españolas riéndose de los grandes gordos, como ella.
Y oyó abochornada a numerosos transeúntes y a los diputados del PP preguntarle sarcásticamente si las rosas blancas eran para las víctimas, para las viudas o para entregárselas a ETA y Batasuna.
Seguramente usted, señor M do Val, no conoce personalmente a alguna de esas mujeres que le hacen la vida imposible a sus compañeros con sus caprichos e imposiciones. Mucho hablar de paz pero son guerra, odio y abusos. Rosas blancas, ya, unas caraduras.
Publicado por: Actor anónimo | lunes, 29 mayo 2006 en 02:07