El Gobierno aseguraba que la nueva ley contra la violencia machista iba a reducir los asesinatos de mujeres en España, pero durante el primer trimestre de 2006 ha habido 21 muertes, casi el doble que las 11 en los mismos meses de 1999.
Las feministas más activas acusan a los hombres de estar dominados por una locura creciente y exigen que se considere intento de homicidio su percepción subjetiva de gestos o palabras que interpreten como lesivas.
Y hay hombres que, intimidados ante esas mujeres que ven en una agresión hasta en la mirada, evitan acercarse a su espacio vital y se mantienen a una prudencial distancia de ellas.
Son actitudes extremas. La posible respuesta va contra el relativismo cultural y es políticamente incorrecta; tanto, que casi nadie la expone para evitarse acusaciones de xenofobia.
Porque algo más de la mitad de las mujeres muertas este año en España fueron extranjeras, y sus asesinos, también.
Y ello, a pesar de que el número de extranjeros no llega al diez por ciento de la población, lo que indica que en ese grupo se producen más asesinatos que en el noventa por ciento restante.
El dato no es racista ni xenófobo. Es frío y útil: conocer el principal origen de la violencia machista puede ayudar a atenuarla. Los síntomas señalan la enfermedad.
El incremento de los asesinatos está dándose entre personas en cuyos países, de valores, cultura e incluso religión y folklore machistas, esas muertes son tan comunes que ni se contabilizan o se consideran naturales.
Como en algún momento ocurrió en España cuando nadie se asustaba ante una frase que lo decía todo: "La maté porque era mía". Aún está en poemas, en viejas canciones y en algunas mentes.
Es a esas personas a las que deben dirigirse campañas de reeducación: las muertes solo se reducirán si se neutraliza el pensamiento machista de los posibles homicidas.
Xenófobos y racistas son quienes ocultan el verdadero origen de tantos asesinatos, porque su silencio favorece su proliferación.
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Publicado por: Ignacio | miércoles, 05 abril 2006 en 07:35